jueves, 18 de octubre de 2012

11.- REPRESIÓN SEXUAL Y DOBLE MORAL DE LA IGLESIA

                       REPRESION SEXUAL Y DOBLE MORAL DE LA IGLESIA
                                          Basado en "Historia sexual del cristianismo" de Karlnheinz Deschner



- Cuando Pío XII, “conmovido”, fustigó los “males” de la época, en noviembre de 1939, ignoró por completo el fascismo y la guerra, pero no el divorcio ni los “extravagantes vestidos modernos”. Era menos comprometido arremeter desde el pulpito contra los trajes de baño indecentes y contra los burdeles que contra las dictaduras fascista y los campos de concentración.
- “¿Qué tenemos contra la guerra? ¿Que los hombres que tienen que morir algún día, mueran en ella?”                                                                                        San Agustín.
- “Los hechos históricos enseñan que la guerra nos proporciona mayores beneficios que la paz”.                                                                         
                                                                                                 San Teodoreto. Siglo V.

- GUERRA A LAS RELACIONES SEXUALES
- En Rusia, los matrimonios no podían entrar a las iglesias después de la unión reciente y debían escuchar misa de pie y en la entrada. En pleno siglo XVIII, el zar y la zarina no pasaban por delante de ninguna cruz por las mañanas después de una noche apasionada por estar “impuros” y “en pecado”.
- Las relaciones sexuales con la mujer menstruante estuvieron prohibidas casi hasta el final de la Edad Media; el Antiguo Testamento prescribía para este caso, la pena de muerte, entonces los matrimonios de los “buenos católicos” debían de guardar castidad por varios meses al año en los siglos centrales de la Edad Media. Para los Padres de la Iglesia, el trato sexual con menstruantes originaba descendencia enferma o deforme; a lo que se dio crédito durante muchos siglos.
- Los teólogos sólo se sentían felices si los esposos guardaban una abstinencia total. El “matrimonio de José” imitando la castidad de María y José, se convirtió en el ideal de esta religión. Pese a que el matrimonio había sido declarado sacramento, el matrimonio ficticio fue celebrado como una empresa sublime a la que aguardaba la más alta de las recompensas en el más allá.
- Estas obligaciones fueron estricta y repetidamente inculcadas por predicadores, confesores, libros penitenciales y sínodos, acompañadas de amenazas de castigo. A los desobedientes les aguardaban las horribles consecuencias de la venganza divina. San Cesáreo de Arlas y San Gregorio de Tours profetizaban que quienes se ensuciaran en los días de castidad obligatoria tendrían por su malvada acción, hijos leprosos, epilépticos, deformes o poseídos por el diablo.
- Algunos príncipes y princesas casados que habían vivido “en celibato” fueron canonizados: el emperador Enrique II, su esposa Cunegunda o Eduvigis, esposa del duque Enrique I de Silesia y patrona de este país, que necesitó veintidós años de matrimonio para decidirse por la castidad.
- En el siglo de la Ilustración, Alfonso de Ligorio, doctor de la Iglesia, se preguntaba si era pecado negarse, después de tres coitos en una misma noche, a un cuarto coito.
- PORQUE SE HA TOLERADO EL MATRIMONIO:
- La iglesia finalmente reconoce el matrimonio para evitar las relaciones extramatrimoniales y preservar su propia existencia.
- San Pablo había reprobado el punto de vista cínico-estoico que sólo autorizaba las relaciones sexuales de los esposos si estaban destinados a la procreación. Pero todos los “Padres” de los primeros tres siglos rechazaron el sexo no encaminado a tener hijos. Al crecer la Iglesia, el engendrar hijos era casi la única justificación religiosa del matrimonio y la relación no destinada a ello era  “pecado”.
- Otro motivo paulino para desaconsejar el sexo, fue evitar la “lujuria” para asegurar la salvación el alma, motivo reactualizado por San Agustín que alcanzó importancia durante la época de la escolástica, perdiendo importancia el motivo de procrear hijos.
- Pero clásicamente, la multiplicación, siempre fue el más importante de los motivos, y es que la iglesia estaba pensando en sí misma. Para San Agustín, la mujer solo fue creada como instrumento de engendrar hijos. Para Lutero, dar a luz era la tarea más importante de la mujer y el feto era más importante que la madre y apostrofa: “Danos al niño, y te digo más, si mueres por ello, entrégate de buena gana, pues verdaderamente mueres por una noble obra y por obediencia a Dios”, “Si se agotan y terminan muriendo a fuerza de embarazos, no importa; que sigan pariendo hasta morir, que para eso están”.
- La iglesia valoraba la contribución de la mujer pero “al crecimiento de la comunidad cristiana” y no quería que –como les había ocurrido a los marcionitas y a los valentinianos– una prohibición del matrimonio la condujera al fracaso en su lucha por superar en número a otras confesiones. Eran meras reproductoras del rebaño. Por ello la Iglesia recibía a los recién nacidos con los brazos abiertos.
- Es lo característicamente cristiano de la institución matrimonial, ser sólo una especie de asociación con fines biológicos, una sociedad de intereses, –pese a haber sido “enaltecido” como sacramento– donde la mujer hacía las veces de una máquina de parir y la maternidad era su papel principal, tanto más si tenemos en cuenta que, en la Edad Media, el promedio de mortalidad infantil era en torno al 80%. La iglesia apenas ha tolerado el erotismo y el placer.
- Después de la Reforma, se llegó a recurrir a la bigamia con la vista puesta en el restablecimiento de las regiones despobladas por las guerras y la violencia. El Estado deseaba muchos nacimientos para fortalecer la economía y aumentar las fuerzas ofensivas y defensivas. Cuando hacían falta hombres, la bigamia no era suficiente y en el siglo XVII, después de una peste, el gobierno islandés aprobó que las muchachas pudieran tener hasta “seis bastardos” sin que su honra se resintiera. El edicto tuvo tal éxito que pudo ser revocado al poco tiempo. En la época de la Revolución Francesa, que barrió muchas de las anteriores prescripciones sexuales, la reproducción era un deber patriótico. Durante el nazismo, por los buenos oficios del camarero papal y vicecanciller de Hitler, Franz von Papen, el clero sintonizó con los nazis y Hitler puso punto final a la fase más liberal de la República de Weimar y se cerraron las “clínicas matrimoniales” que se habían dedicado a distribuir anticonceptivos, se prohíbe la pornografía, se combate la homosexualidad y el aborto, y la reproducción forzosa se convirtió en consigna estatal.
- La llamada a la “salvación de la familia”, la “santa institución”, resuena por todo Occidente desde hace bastante tiempo y fomentada por sistemas tan diferentes como el fascismo y el propio comunismo, con fines subalternos. Según un postulado de San Agustín, que lo resume bien; la familia contribuye poderosamente al mantenimiento de la estructura social patriarcal, a la subordinación incondicional. Obediencia y la multiplicación del número de los creyentes.
- Lutero y “el placer nefando”:
- Para Lutero, la iglesia se condenó por el “placer nefando” más que por sus fanáticos llamamientos al asesinato en masa. Para él, el acto matrimonial está ligado al pecado, y a un pecado grave, indiferenciado del adulterio o la fornicación, en tanto “intervienen la pasión sensual y el placer nefando”, porque fuimos “corrompidos por Adán, concebidos y nacidos en pecado” y “el débito matrimonial nunca se cumple sin pecado”; “los cónyuges no pueden librarse del pecado”. Siempre criticó la complaciente regulación del matrimonio bajo el papado, que en caso de impotencia masculina autorizaba la asistencia de terceros, que emitió la sentencia de “si la mujer no quiere, ¡acuda la doncella!”.
- Hubo épocas en que la Iglesia ha prohibido al esposo ver desnuda a su mujer y los esposos no podían besarse con la lengua. Esta práctica había comenzado a ser considerada como pecado venial, luego el papa Alejandro VI condenó semejante relajamiento en 1666. Más adelante, en tiempos más progresistas, la iglesia católica llegó a ofrecer una casuística que incluía indicaciones exactas acerca de cuántos milímetros podía penetrar la lengua para que el beso siguiese siendo honesto y cuál era el límite en el que comenzaba la deshonestidad.
- Para disminuir el placer de la pareja, en la Edad Media se recomendaba la “camisa del monje”, invento que tapaba el cuerpo hasta los pies, descubriendo nada más que una estrecha rendija en la zona genital, lo imprescindible para procrear nuevos cristianos y celibatarios.
- Una constante en los procesos por adulterio, es que la mujer ha sido castigada con mucha mayor severidad, en buena parte por conciencia católica.
- El emperador Constantino equiparaba el adulterio al asesinato y los convictos hasta perdían el derecho de apelación. Su hijo Constancio hacía eliminar a los adúlteros de igual manera que a los parricidas, echándolos al mar metidos en un saco cerrado junto a una serpiente, un mono, un gallo y un perro o, si el mar quedaba demasiado lejos, una cálida hoguera servía.
- Los códigos de Sajonia y Suabia castigaban el adulterio de ambas partes con la muerte. Algunas legislaciones municipales condenaban a los amantes a decapitación o a ser enterrados vivos, sobre todo para la mujer, salvo que el marido sugiera otro mejor castigo. En Berlín y entre el campesinado de Dithmarschen, el esposo podía mutilar a su mujer y al seductor, matarlos o bien dejarlos libres. En 1630, el elector Maximiliano fijó un destierro de entre cinco y siete años para los adúlteros pero, en caso de reincidencia, se las verían con el verdugo. A mediados del siglo XVIII, el Codex Maximilianeus Bavaricus Criminalis aun permitía a los nobles encerrar a esposas infieles en sus castillos o en otros lugares apropiados bajo custodia hasta la muerte. Recién en la Ilustración el adulterio fue juzgado con menos severidad
- En la Antigüedad, si la mujer adúltera de un cristiano cometía adulterio, debía ser repudiada y los religiosos estaban obligados de oficio a ello bajo amenaza de suspensión o de excomunión definitiva. Ella tenía que recibir al marido si éste regresaba a casa arrepentido. La iglesia primitiva castigaba el adulterio del hombre con siete años de penitencia y el de la mujer con quince. Esta tendencia se mantuvo en el derecho secular de la alta Edad Media. En la Lex Baiuvariorum (743) –redactada por un clérigo y empapada de ideas religiosas–, se convertía la fidelidad matrimonial en asunto exclusivo de la mujer y el hombre tenía derecho a matar al amante y de paso muchas veces liquidaba a la mujer. Según las Ordenaciones de Enjuiciamiento Penal del Alto Palatinado (1606), el adúltero y la adúltera, serán sentenciados a muerte por espada o por agua, pero sólo se castigaba la infidelidad del hombre si su amante estaba casada, con lo cual se seguía pensando igual que los judíos en tiempos de Cristo.
- En el Código de Napoleón el adulterio continuó siendo delito, pero sólo si lo cometía la mujer y el marido podía encerrarla y separarse de ella, o podía matarla si la cogía in fraganti, en tanto que el hombre que vivía en concubinato era condenado, en el peor de los casos, a una multa.
- La teología moral del siglo XX todavía cree que el adulterio de la mujer es más grave. Hasta hace poco el derecho italiano y el español sólo castigaban a la esposa adúltera y a su amante, pero no al marido adúltero. Hasta 1968, la mujer infiel se arriesgaba en Italia a un año de cárcel.
- El divorcio:
- Se podía repudiar a la esposa con bendición del cura. La forma más sencilla–y automática– era la consanguinidad, el cual descubierto era considerado como si no hubo matrimonio. Pero la consanguinidad se podía extender hasta el sétimo grado y como la nobleza medieval era muy dada al hacinamiento porcino, muchas familias nobles de la Edad Media eran de hecho consanguíneas y de eso se podían asir los varones para repudiar a la mujer y de paso los enlaces adicionales aumentaban los patrimonios materiales y los derechos a cargos reales o de nobleza. Una mujer podía ser repudiada varias veces con bendición de su iglesia, pero si no se le podía repudiar por familiaridad –matrimonio indisoluble como el de Enrique VIII– se le podía eliminar con algún método a gusto del poderoso y alegar luego adulterio de la infortunada como justificante.
- El clero siempre estaba presto para los interesados favores al poderoso. Lotario II (855-869) –hijo de Lotario– quiso abandonar a su esposa Teutberga y casarse con su amante Waldrada, entonces los sínodos, dócilmente aprobaron el divorcio y el nuevo matrimonio. Si bien el papa Nicolás I se opuso, su sucesor Adriano II levantó el anatema contra Waldrada y dio la comunión a Lotario en Monte Cassino.
- La iglesia podía tolerar la poligamia, buscando el favor real, sobre todo con los merovingios y carolingios. El rey Clotario I se casó seis veces y en una de las ocasiones lo hizo simultáneamente con las hermanas Ingunda y Aregunda. Su hijo Cariberto no se quedó atrás. Dagoberto I, un rey muy apreciado por el clero y eximio asesino de miles de familias búlgaras –en una sola noche– que se habían puesto bajo su protección huyendo de los hunos, tuvo tres esposas e innumerables barraganas.
- Pipino II tuvo dos esposas legítimas, Plectrudis y Alpais. Y Carlomagno, declarado santo por Pascual III –antipapa  de Alejandro III– el 29 de diciembre de 1165, vivió con concubinas hasta su muerte, luego de cinco matrimonios –su tercera esposa, Hildegard de Suabia, sólo tenía trece años cuando se casaron y quedó embarazada a los catorce–; pero muy celoso de la moral pública, hacía azotar salvajemente a las “rameras” en las plazas de los mercados.
- La Iglesia toleró el concubinato hasta bien entrada la Edad Media, aunque no era compatible con el matrimonio.
- Indisolubilidad del matrimonio
- A mediados del siglo IX, las falsificaciones seudoisidorianas –que fueron tan útiles para el papado– ayudaron a promover la indisolubilidad del matrimonio. Desde los siglos X y XI, la prohibición del divorcio y la monogamia se difundieron entre el catolicismo.
- El no divorcio fue reafirmado por el Concilio de Trento –aunque esperando una eventual unión con los greco-ortodoxos, no fue bien definida desde un punto de vista dogmático–, y esta indisolubilidad supuso una protección para la mujer que era quien llevaba la peor parte en una separación, así fue un atractivo para que muchas se pasen al bando católico. Fue de lo poco que les dio como consideración la iglesia.
- Lógicamente, sólo el papa podía autorizar un divorcio, lo que reconocieron los príncipes y eso puso un gran poder en manos del papa. A finales del siglo XV, Luis XII quiso separarse, para casarse con la duquesa de Bretaña, y Roma complació al rey. Pero luego, Enrique VII de Inglaterra quiso anular su matrimonio con Catalina de Aragón para desposar a la cortesana Ana Bolena, el Vaticano se negó, pese a que Enrique VIII era hijo abnegado de la iglesia y antagonista de la Reforma. Para el papa era más útil como reina inglesa, Catalina de Aragón, hija de la más poderosa dinastía del mundo y tía de Carlos V, a quien el Papa necesitaba imperiosamente para combatir a los reformadores. En cambio Ana era de la baja nobleza inglesa.
- Los protestantes, siempre dieron lugar al derecho al divorcio con opinión favorable de Melanchton, pero Lutero sólo en la última etapa limitó las causas de divorcio al adulterio y el abandono doloso del hogar. Con el tiempo se sumaron como motivos: la negativa continuada a satisfacer el débito conyugal, el encarcelamiento de un cónyuge, las amenazas físicas, incompatibilidad de caracteres, la esterilidad de la mujer, la impotencia del marido, las enfermedades incurables, la locura, el onanismo, el alcoholismo, el despilfarro, y otras. Pero la culpa ante los ojos de su dios se mantuvo en el divorcio protestante.
 - En la iglesia greco-ortodoxa, siempre se reconoció la posibilidad de separación por adulterio y la sigue concediendo en casos extremos, apoyándose en la doctrina de algunos doctores de la iglesia de la Antigüedad.
- Los hijos fuera del matrimonio:
- En el mundo griego y germano en el paganismo, no se discriminó a los hijos producto de las aventuras fuera del hogar, pero esa consideración no se prolongó en el mundo cristianizado para las pecadoras ni para los hijos extramatrimoniales. Ellas eran castigadas con penitencias públicas y castigos infamantes hasta el siglo XVIII y en el norte de Alemania todavía eran azotadas a comienzos del siglo XIX. Mientras el hijo tenía que sufrir toda su vida el castigo por el “crimen” materno.
- En la Alemania de la plena Edad Media, los hijos naturales sólo podían reclamar del padre ciertos derechos de manutención. En el código de Sajonia son excluidos de todos los privilegios: incapacitados para ser jueces, jurados, testigos o tutores y ni siquiera pueden tener un tutor que represente sus intereses ante tribunales. En Inglaterra, ni siquiera sus padres biológicos podían reconocerlos, estaban fuera de la ley en el sentido jurídico como hijos de nadie.
- Peor aún, en su concepto jurídico, para muchos códigos, era bastardo el hijo que, aun habiendo nacido de padres que se casaron luego. Por tanto, como el hijo bastardo no podía heredar de sus padres, se aplicaba la ley y su herencia iba a parar al fisco. En el Alto Palatinado, el Estado tuvo derecho a confiscar la totalidad de la herencia de estos hijos. En la mayoría de los lugares de la católica Baviera siguió habiendo a lo largo del siglo XIX más de un 20% de nacimientos ilegítimos, y algo más del 30% en una ciudad como Nuremberg.
- Toda esta injusticia, siempre a instigación de la iglesia.
- Excepción a la discriminación a los bastardos:
- Pero como es habitual entre mezquinos y codiciosos, se podía hacer una excepción y ser benevolentes con los bastardos hijos de gentes importantes –que obviamente podían pagar gruesas sumas–. En 1247, Inocencio IV dejó operativo para la sucesión al trono noruego, al bastardo Hagen Hagensen, siendo recompensado con quince mil marcos de plata, también el cardenal Guillermo de Sabina –quien entregó la bula papal– fue colmado de dinero y regalos. Mientras tanto la iglesia mantenía la discriminación a los hijos legítimos de sacerdotes y a hijos de matrimonios consanguíneos a los que consideraba deformes, tullidos y lisiados y con el mismo tratamiento que a los bastardos, pero claro, si podían pagar suficiente oro para ser rehabilitados.
- PALOS CONTRA EL ONANISMO
- El clero católico se ha inmiscuido hasta en la satisfacción sexual en solitario. Cuando el cariño mutuo no es posible, el onanismo es la tabla de salvación, y eso no es menos cierto en las cárceles y en los seminarios.  El concilio de Nicea prohibió –dice Lutero– que alguien se excitara a sí mismo. El onanismo siempre se practicó, con “excesos”, obsesionando a muchos reprimidos, a escondidas, entre laicos y religiosos. En América, según el informe Kinsey, el 92% de los hombres se habían masturbado alguna vez hasta alcanzar el orgasmo; entre las mujeres de veinte a cincuenta años, se entregaban alguna vez a esta práctica, una tercera parte de las casadas y casi la mitad de las solteras.
- La prohibición del onanismo es tan importante, seguramente, porque la infracción despierta sentimientos de culpa desde muy temprana edad y la iglesia vive, en parte, gracias a los remordimientos y la remisión de esa culpa. Esta angustia, que no pocas veces se transforma en desesperación, ha sido y sigue siendo alimentada por la iglesia.
- En el pasado, el onanismo estuvo severamente castigado y llegó a ser conceptuado como una especie de “homicidio”. Tomás de Aquino decía que la masturbación era peor que la fornicación, Alberto Magno y muchos otros autores decían que hasta las poluciones nocturnas eran pecado y en algunos conventos, había que informar de ellas en los capítulos de la comunidad. Los novicios también eran violentamente apaleados y azotados por las eyaculaciones involuntarias. El castigo corporal, aplicado sobre todo a los adolescentes católicos, fue una práctica habitual desde el primer cristianismo; en distintas iglesias nacionales se convirtió en una “especialidad” para expiar las acciones impuras. Hoy en día, algunos moralistas dicen: “cuando ha padecido una polución, el pobre adolescente necesita bondad y comprensión”, pero por milenios lo flagelaron brutalmente y, como alguno admite ahora, lo machacaron hasta tal punto “que muchas veces no pudo soportar la desesperación y el joven terminó por suicidarse”.
- Hoguera o castración para los homosexuales:
- La Iglesia ha condenado siempre a la homosexualidad como perversidad abominable.
Según Goethe –decidido anticlerical– la homosexualidad es tan antigua como la propia humanidad y, por eso mismo, natural. En Grecia, la pedofilia dominó todas las manifestaciones de la cultura desde tiempos remotos: artes figurativas, épica, lírica y tragedia. Lo hubo en todo tipo de libros históricos, científicos y filosóficos y la mitología rebosa de leyendas paidofílicas; más aún, en un primer momento, la palabra “pedagogo” designaba al hombre que inducía a los muchachos a mantener contactos homosexuales.
- Licurgo, –legendario– legislador de Esparta, afirma en sus leyes que no se puede ser un ciudadano competente si no se tiene un amigo en la cama. Solón y sus sucesores recomiendan la homosexualidad a los jóvenes. Platón no conoce “mayor dicha para un adolescente que ser amado por un hombre honesto, ni mayor dicha para éste que tener un amante”. En Tebas, la homosexualidad era práctica habitual de un potente regimiento de élite compuesto por trescientos hombres y en Creta y Esparta formaba parte de la educación que los jóvenes guerreros recibían de sus superiores. La lista de homosexuales famosos de la Antigüedad griega incluye a reyes como Hierón de Siracusa o Filipo de Macedonia, estrategas como Alejandro Magno, Epaminondas o Pausanias, legisladores como Minos y Solón, filósofos como Sócrates, Platón o Aristóteles y muchos otros. Pero las historias de la cultura de la Antigüedad clásica más voluminosas de finales del siglo XIX seguían sin mencionar la homosexualidad o lo hacían muy de pasada.
- Con los hebreos y los cristianos comenzó una caza despiadada de homosexuales, aunque, en ciertos momentos, el judaísmo contó con algunos templos donde se practicaba la prostitución homosexual masculina, como ocurrió en otros cultos asiáticos. Pero el Antiguo Testamento impuso la pena de muerte para la homosexualidad: “si alguien se acuesta con un hombre como con una mujer, ambos han cometido abominación y deben morir”. Pablo condenó el amor homoerótico de los hombres y –en un pasaje– el de las mujeres. La mayoría de los otros padres de la iglesia también la condenan, sobre todo San Agustín, el vehemente San Juan Crisóstomo y el todavía más rabioso Pedro Damián, que cree que la homosexualidad es peor que el bestialismo. San Pedro Canisio (1521-1597) se hizo el más virulento impugnador de la homosexualidad.
- La sociedad cristiana persiguió el “vicio” por mil quinientos años con castigos cada vez más severos; los teólogos lo condenaban con expresiones constantemente renovadas. San Basilio ordena que se aplique a los homosexuales una penitencia de quince años; la teología de comienzos de la Edad Media habitualmente se pronuncia por los diez años. El XVI sínodo de Toledo establece en el año 694 que un sodomita debe ser “excluido de todo contacto con los cristianos, azotado con varas, rapado ignominiosamente y desterrado”. El sínodo de Naplusa (1120), responsabiliza al modo de vida desenfrenado de los creyentes, por las catástrofes naturales y los ataques de los sarracenos, exige que quien ha consentido libremente un acto homosexual (activo o pasivo) muera en la hoguera. La bula papal Cum primum prescribe en 1566 la entrega al Estado de todos los homosexuales, para su obvia ejecución.
- Pena de muerte según el derecho secular
- Los emperadores paganos no vieron la homosexualidad con malos ojos. Pero Constantino y sus sucesores la condenaron a la hoguera. El antiguo Código Visigodo entre los siglos VI y VII, ya contaminado de ideas cristianas, establece que las relaciones homosexuales debían ser castigadas con determinadas confiscaciones y castración; en una reelaboración posterior del mismo, se prescribe la pena de muerte. Dice dicho texto, que por culpa de este terrible pecado “del que algunos son esclavos. Dios Nuestro Señor hace descender sobre la Tierra el hambre y la peste y los terremotos y una infinidad de males que ningún ser humano podría detallar”.
- El amor homoerótico fue considerado en Occidente por mucho tiempo como un crimen capital. Las leyes penales del cristianísimo Carlos I, que todavía estaban vigentes en muchos lugares a finales del siglo XVIII, castigan las relaciones sexuales entre hombre y hombre o entre mujer y mujer con la hoguera. En Inglaterra, esas relaciones estaba muy extendidas, y quienes las practicaban fueron colgados o lapidados hasta el siglo XIX. Más tarde se ordenó que el máximo castigo fuera la cadena perpetua, pero antes de ello se abandonaba al reo a “los sanos sentimientos de la población” poniéndolo en la picota, donde se le arrojaban durante horas barro, excrementos y perros, gatos y peces podridos; el simple intento de cometer este “crimen horrible” era castigado con una pena de hasta diez años. En Inglaterra hubo que esperar hasta 1957 para que la homosexualidad entre adultos fuera despenalizada.
- En Alemania, el Führer hizo endurecer el tristemente famoso artículo 175 del Código Penal, con un artículo 175a por el que fueron juzgados por homosexualidad entre 1937 y 1939, unos veinticuatro mil hombres. Para los homosexuales el imperio nazi se alargó en la República Federal hasta 1969, pues hasta entonces, vivieron bajo la amenaza del parágrafo endurecido por Hitler; una minoría inocente e inofensiva se vio perseguida como si fueran criminales y su vida quedó arruinada. El auténtico criminal era, en efecto, la moral cristiana que estaba detrás de todo ello.
- En las dictaduras católicas de España y Portugal los homosexuales siguieron sometidos a la amenaza de castigos que en España podían llegar, desde los años cincuenta, al internamiento.
- Investigaciones realizadas en América acerca de setenta y seis culturas indígenas ágrafas descubrieron que cuarenta y nueve de ellas habían mantenido una actitud permisiva hacia la homosexualidad. El derecho sexual de los EE.UU. todavía era, en la época del informe Kinsey, una especie de espejo de la moral eclesiástica medieval, y algunas o la totalidad de las prácticas homosexuales estaban penalizadas en el conjunto del territorio nacional: en ciertos estados, como los crímenes más violentos. En la RDA, el parágrafo referente al tema fue suprimido; sólo se mantuvieron las medidas de protección de menores. En Polonia, Hungría y Checoslovaquia la homosexualidad fue también despenalizada.
- La actitud católica hacia el amor homoerótico no se ha modificado en lo esencial, como demuestran las obras de teología moral dedicadas al tema. El libro Vida cristiana y cuestiones sexuales del sacerdote francés Marc Oraison, que rechazaba las penas de cárcel para los homosexuales, fue incluido en el Índice pero Mein Kampf de Hitler –quien mandó a los campos de concentración a tres grupos: opositores políticos, judíos y homosexuales– no fue incluido en el Índice; y es que la Iglesia había perseguido durante dos milenios a quienes Hitler persiguió durante doce años.
- Las condenas contra el amor lésbico fueron, en general, más suaves. Intensamente practicado desde el Renacimiento, sobre todo en Italia, y fue probablemente, resultado de que los contactos entre hombre y mujer estaban más estrechamente vigilados y, por tanto, comportaban mayores riesgos. Pero, la homosexualidad ha sido fomentada, al menos durante los últimos siglos, por el sistema educativo cristiano y su tendencia a aplazar tanto como sea posible el contacto entre los sexos.
- Incesto:
- En todo caso, parece que en la Edad Media el número de laicos acusados de incesto fue inferior al de clérigos bajo esta acusación, pero éstos fueron castigados con menos severidad. El papa Juan XII también fue acusado de haber tenido “relaciones ignominiosas” con su madre y su hermana. Juan XXIII (Baldassare Cossa) confesó las suyas ante el concilio de Constanza y en muchas otras ocasiones. Alejandro VI fornicaba con su hija Lucrecia. Y el cardenal Richelieu mantenía con su hija ilegítima, madame Rousse, esa forma de relaciones incestuosas que Sade describe como la cumbre de la voluptuosidad.
- Censura a libros:
- Durante siglos la literatura ha estado vigilada de acuerdo con esos principios. Fue un príncipe de la iglesia, el arzobispo de Maguncia Bertoldo de Henneberg, quien creó la primera institución censora en 1486. El Reglamento de Censura del Reich, de comienzos del siglo XVI, también fue aprobado por iniciativa eclesiástica y, durante su larga vigencia, ciertamente se tuvieron más en cuenta las manifestaciones sobre la iglesia y la religión que las “cuestiones morales”. La situación no ha cambiado en lo esencial. El papa León XIII (1878-1903) decretaba en su constitución Officiorum ac minorum: “los libros que tratan, relatan o enseñan por sistema cosas sucias e inmorales, están prohibidos (...)”. En 1948 todavía fueron incluidas en el Índice de Libros Prohibidos –creado por Paulo IV en 1557– las obras completas de Sartre y en 1952, las de Gide. En la segunda mitad del siglo XX aún aparecían, además de Ranke y Gregorovius, Heine y Flaubert, los Essais de Montaigne, la Crítica de la Razón pura de Kant, los Pensees y las Provinciales de Pascal y libros de Spinoza, Lessing y muchos otros.