REPRESION SEXUAL Y DOBLE MORAL DE LA IGLESIA
Basado en "Historia sexual del cristianismo" de Karlnheinz Deschner
- Cuando Pío XII, “conmovido”, fustigó los “males” de la
época, en noviembre de 1939, ignoró por completo el fascismo y la guerra, pero
no el divorcio ni los “extravagantes vestidos modernos”. Era menos comprometido
arremeter desde el pulpito contra los trajes de baño indecentes y contra los
burdeles que contra las dictaduras fascista y los campos de concentración.
- “¿Qué tenemos contra
la guerra? ¿Que los hombres que tienen que morir algún día, mueran en
ella?”
San Agustín.
- “Los hechos
históricos enseñan que la guerra nos proporciona mayores beneficios que la
paz”.
San
Teodoreto. Siglo V.
- GUERRA A LAS
RELACIONES SEXUALES
- En Rusia, los matrimonios no podían entrar a las iglesias
después de la unión reciente y debían escuchar misa de pie y en la entrada. En
pleno siglo XVIII, el zar y la zarina no pasaban por delante de ninguna cruz
por las mañanas después de una noche apasionada por estar “impuros” y “en
pecado”.
- Las relaciones sexuales con la mujer menstruante
estuvieron prohibidas casi hasta el final de la Edad Media; el Antiguo
Testamento prescribía para este caso, la pena de muerte, entonces los
matrimonios de los “buenos católicos” debían de guardar castidad por varios meses
al año en los siglos centrales de la Edad Media. Para los Padres de la Iglesia,
el trato sexual con menstruantes originaba descendencia enferma o deforme; a lo
que se dio crédito durante muchos siglos.
- Los teólogos sólo se sentían felices si los esposos
guardaban una abstinencia total. El “matrimonio de José” imitando la castidad
de María y José, se convirtió en el ideal de esta religión. Pese a que el
matrimonio había sido declarado sacramento, el matrimonio ficticio fue
celebrado como una empresa sublime a la que aguardaba la más alta de las
recompensas en el más allá.
- Estas obligaciones fueron estricta y repetidamente
inculcadas por predicadores, confesores, libros penitenciales y sínodos,
acompañadas de amenazas de castigo. A los desobedientes les aguardaban las
horribles consecuencias de la venganza divina. San Cesáreo de Arlas y San
Gregorio de Tours profetizaban que quienes se ensuciaran en los días de
castidad obligatoria tendrían por su malvada acción, hijos leprosos, epilépticos,
deformes o poseídos por el diablo.
- Algunos príncipes y princesas casados que habían vivido
“en celibato” fueron canonizados: el emperador Enrique II, su esposa Cunegunda
o Eduvigis, esposa del duque Enrique I de Silesia y patrona de este país, que
necesitó veintidós años de matrimonio para decidirse por la castidad.
- En el siglo de la Ilustración, Alfonso de Ligorio, doctor
de la Iglesia, se preguntaba si era pecado negarse, después de tres coitos en
una misma noche, a un cuarto coito.
- PORQUE SE HA
TOLERADO EL MATRIMONIO:
- La iglesia finalmente reconoce el matrimonio para evitar
las relaciones extramatrimoniales y preservar su propia existencia.
- San Pablo había reprobado el punto de vista cínico-estoico
que sólo autorizaba las relaciones sexuales de los esposos si estaban
destinados a la procreación. Pero todos los “Padres” de los primeros tres
siglos rechazaron el sexo no encaminado a tener hijos. Al crecer la Iglesia, el
engendrar hijos era casi la única justificación religiosa del matrimonio y la
relación no destinada a ello era “pecado”.
- Otro motivo paulino para desaconsejar el sexo, fue evitar
la “lujuria” para asegurar la salvación el alma, motivo reactualizado por San
Agustín que alcanzó importancia durante la época de la escolástica, perdiendo
importancia el motivo de procrear hijos.
- Pero clásicamente, la multiplicación, siempre fue el más importante
de los motivos, y es que la iglesia estaba pensando en sí misma. Para San
Agustín, la mujer solo fue creada como instrumento de engendrar hijos. Para
Lutero, dar a luz era la tarea más importante de la mujer y el feto era más
importante que la madre y apostrofa: “Danos al niño, y te digo más, si mueres
por ello, entrégate de buena gana, pues verdaderamente mueres por una noble
obra y por obediencia a Dios”, “Si se agotan y terminan muriendo a fuerza de
embarazos, no importa; que sigan pariendo hasta morir, que para eso están”.
- La iglesia valoraba la contribución de la mujer pero “al
crecimiento de la comunidad cristiana” y no quería que –como les había ocurrido
a los marcionitas y a los valentinianos– una prohibición del matrimonio la
condujera al fracaso en su lucha por superar en número a otras confesiones. Eran
meras reproductoras del rebaño. Por ello la Iglesia recibía a los recién
nacidos con los brazos abiertos.
- Es lo característicamente cristiano de la institución matrimonial,
ser sólo una especie de asociación con fines biológicos, una sociedad de
intereses, –pese a haber sido “enaltecido” como sacramento– donde la mujer
hacía las veces de una máquina de parir y la maternidad era su papel principal,
tanto más si tenemos en cuenta que, en la Edad Media, el promedio de mortalidad
infantil era en torno al 80%. La iglesia apenas ha tolerado el erotismo y el
placer.
- Después de la Reforma, se llegó a recurrir a la bigamia
con la vista puesta en el restablecimiento de las regiones despobladas por las
guerras y la violencia. El Estado deseaba muchos nacimientos para fortalecer la
economía y aumentar las fuerzas ofensivas y defensivas. Cuando hacían falta
hombres, la bigamia no era suficiente y en el siglo XVII, después de una peste,
el gobierno islandés aprobó que las muchachas pudieran tener hasta “seis
bastardos” sin que su honra se resintiera. El edicto tuvo tal éxito que pudo
ser revocado al poco tiempo. En la época de la Revolución Francesa, que barrió
muchas de las anteriores prescripciones sexuales, la reproducción era un deber
patriótico. Durante el nazismo, por los buenos oficios del camarero papal y
vicecanciller de Hitler, Franz von Papen, el clero sintonizó con los nazis y Hitler
puso punto final a la fase más liberal de la República de Weimar y se cerraron
las “clínicas matrimoniales” que se habían dedicado a distribuir
anticonceptivos, se prohíbe la pornografía, se combate la homosexualidad y el
aborto, y la reproducción forzosa se convirtió en consigna estatal.
- La llamada a la “salvación de la familia”, la “santa
institución”, resuena por todo Occidente desde hace bastante tiempo y fomentada
por sistemas tan diferentes como el fascismo y el propio comunismo, con fines
subalternos. Según un postulado de San Agustín, que lo resume bien; la familia
contribuye poderosamente al mantenimiento de la estructura social patriarcal, a
la subordinación incondicional. Obediencia y la multiplicación del número de
los creyentes.
- Lutero y “el placer nefando”:
- Para Lutero, la iglesia se condenó por el “placer nefando”
más que por sus fanáticos llamamientos al asesinato en masa. Para él, el acto
matrimonial está ligado al pecado, y a un pecado grave, indiferenciado del
adulterio o la fornicación, en tanto “intervienen la pasión sensual y el placer
nefando”, porque fuimos “corrompidos por Adán, concebidos y nacidos en pecado”
y “el débito matrimonial nunca se cumple sin pecado”; “los cónyuges no pueden
librarse del pecado”. Siempre criticó la complaciente regulación del matrimonio
bajo el papado, que en caso de impotencia masculina autorizaba la asistencia de
terceros, que emitió la sentencia de “si la mujer no quiere, ¡acuda la
doncella!”.
- Hubo épocas en que la Iglesia ha prohibido al esposo ver
desnuda a su mujer y los esposos no podían besarse con la lengua. Esta práctica
había comenzado a ser considerada como pecado venial, luego el papa Alejandro
VI condenó semejante relajamiento en 1666. Más adelante, en tiempos más
progresistas, la iglesia católica llegó a ofrecer una casuística que incluía
indicaciones exactas acerca de cuántos milímetros podía penetrar la lengua para
que el beso siguiese siendo honesto y cuál era el límite en el que comenzaba la
deshonestidad.
- Para disminuir el placer de la pareja, en la Edad Media se
recomendaba la “camisa del monje”, invento que tapaba el cuerpo hasta los pies,
descubriendo nada más que una estrecha rendija en la zona genital, lo
imprescindible para procrear nuevos cristianos y celibatarios.
- Una constante en los procesos
por adulterio, es que la mujer ha sido castigada con mucha mayor severidad, en
buena parte por conciencia católica.
- El emperador Constantino equiparaba el adulterio al
asesinato y los convictos hasta perdían el derecho de apelación. Su hijo
Constancio hacía eliminar a los adúlteros de igual manera que a los parricidas,
echándolos al mar metidos en un saco cerrado junto a una serpiente, un mono, un
gallo y un perro o, si el mar quedaba demasiado lejos, una cálida hoguera
servía.
- Los códigos de Sajonia y Suabia castigaban el adulterio de
ambas partes con la muerte. Algunas legislaciones municipales condenaban a los
amantes a decapitación o a ser enterrados vivos, sobre todo para la mujer, salvo
que el marido sugiera otro mejor castigo. En Berlín y entre el campesinado de
Dithmarschen, el esposo podía mutilar a su mujer y al seductor, matarlos o bien
dejarlos libres. En 1630, el elector Maximiliano fijó un destierro de entre
cinco y siete años para los adúlteros pero, en caso de reincidencia, se las
verían con el verdugo. A mediados del siglo XVIII, el Codex Maximilianeus Bavaricus
Criminalis aun permitía a los nobles encerrar a esposas infieles en sus
castillos o en otros lugares apropiados bajo custodia hasta la muerte. Recién
en la Ilustración el adulterio fue juzgado con menos severidad
- En la Antigüedad, si la mujer adúltera de un cristiano
cometía adulterio, debía ser repudiada y los religiosos estaban obligados de
oficio a ello bajo amenaza de suspensión o de excomunión definitiva. Ella tenía
que recibir al marido si éste regresaba a casa arrepentido. La iglesia
primitiva castigaba el adulterio del hombre con siete años de penitencia y el
de la mujer con quince. Esta tendencia se mantuvo en el derecho secular de la
alta Edad Media. En la Lex Baiuvariorum (743) –redactada por un clérigo y
empapada de ideas religiosas–, se convertía la fidelidad matrimonial en asunto
exclusivo de la mujer y el hombre tenía derecho a matar al amante y de paso
muchas veces liquidaba a la mujer. Según las Ordenaciones de Enjuiciamiento Penal
del Alto Palatinado (1606), el adúltero y la adúltera, serán sentenciados a
muerte por espada o por agua, pero sólo se castigaba la infidelidad del hombre
si su amante estaba casada, con lo cual se seguía pensando igual que los judíos
en tiempos de Cristo.
- En el Código de Napoleón el adulterio continuó siendo
delito, pero sólo si lo cometía la mujer y el marido podía encerrarla y
separarse de ella, o podía matarla si la cogía in fraganti, en tanto que el
hombre que vivía en concubinato era condenado, en el peor de los casos, a una
multa.
- La teología moral del siglo XX todavía cree que el
adulterio de la mujer es más grave. Hasta hace poco el derecho italiano y el
español sólo castigaban a la esposa adúltera y a su amante, pero no al marido
adúltero. Hasta 1968, la mujer infiel se arriesgaba en Italia a un año de
cárcel.
- El divorcio:
- Se podía repudiar
a la esposa con bendición del cura. La forma más sencilla–y automática– era la
consanguinidad, el cual descubierto era considerado como si no hubo matrimonio.
Pero la consanguinidad se podía extender hasta el sétimo grado y como la
nobleza medieval era muy dada al hacinamiento porcino, muchas familias nobles
de la Edad Media eran de hecho consanguíneas y de eso se podían asir los
varones para repudiar a la mujer y de paso los enlaces adicionales aumentaban
los patrimonios materiales y los derechos a cargos reales o de nobleza. Una
mujer podía ser repudiada varias veces con bendición de su iglesia, pero si no
se le podía repudiar por familiaridad –matrimonio indisoluble como el de
Enrique VIII– se le podía eliminar con algún método a gusto del poderoso y
alegar luego adulterio de la infortunada como justificante.
- El clero siempre
estaba presto para los interesados favores al poderoso. Lotario II
(855-869) –hijo de Lotario– quiso abandonar a su esposa Teutberga y casarse con
su amante Waldrada, entonces los sínodos, dócilmente aprobaron el divorcio y el
nuevo matrimonio. Si bien el papa Nicolás I se opuso, su sucesor Adriano II
levantó el anatema contra Waldrada y dio la comunión a Lotario en Monte
Cassino.
- La iglesia podía tolerar la poligamia, buscando el favor
real, sobre todo con los merovingios y carolingios. El rey Clotario I se casó
seis veces y en una de las ocasiones lo hizo simultáneamente con las hermanas
Ingunda y Aregunda. Su hijo Cariberto no se quedó atrás. Dagoberto I, un rey
muy apreciado por el clero y eximio asesino de miles de familias búlgaras –en
una sola noche– que se habían puesto bajo su protección huyendo de los hunos,
tuvo tres esposas e innumerables barraganas.
- Pipino II tuvo dos esposas legítimas, Plectrudis y Alpais.
Y Carlomagno, declarado santo por Pascual III –antipapa de Alejandro III– el 29 de diciembre de 1165,
vivió con concubinas hasta su muerte, luego de cinco matrimonios –su tercera
esposa, Hildegard de Suabia, sólo tenía trece años cuando se casaron y quedó embarazada
a los catorce–; pero muy celoso de la moral pública, hacía azotar salvajemente
a las “rameras” en las plazas de los mercados.
- La Iglesia toleró el concubinato hasta bien entrada la
Edad Media, aunque no era compatible con el matrimonio.
- Indisolubilidad del matrimonio
- A mediados del siglo IX, las falsificaciones
seudoisidorianas –que fueron tan útiles para el papado– ayudaron a promover la
indisolubilidad del matrimonio. Desde los siglos X y XI, la prohibición del divorcio
y la monogamia se difundieron entre el catolicismo.
- El no divorcio fue reafirmado por el Concilio de Trento –aunque
esperando una eventual unión con los greco-ortodoxos, no fue bien definida desde
un punto de vista dogmático–, y esta indisolubilidad supuso una protección para
la mujer que era quien llevaba la peor parte en una separación, así fue un
atractivo para que muchas se pasen al bando católico. Fue de lo poco que les
dio como consideración la iglesia.
- Lógicamente, sólo el papa podía autorizar un divorcio, lo que
reconocieron los príncipes y eso puso un gran poder en manos del papa. A
finales del siglo XV, Luis XII quiso separarse, para casarse con la duquesa de
Bretaña, y Roma complació al rey. Pero luego, Enrique VII de Inglaterra quiso
anular su matrimonio con Catalina de Aragón para desposar a la cortesana Ana
Bolena, el Vaticano se negó, pese a que Enrique VIII era hijo abnegado de la iglesia
y antagonista de la Reforma. Para el papa era más útil como reina inglesa,
Catalina de Aragón, hija de la más poderosa dinastía del mundo y tía de Carlos
V, a quien el Papa necesitaba imperiosamente para combatir a los reformadores.
En cambio Ana era de la baja nobleza inglesa.
- Los protestantes, siempre dieron lugar al derecho al
divorcio con opinión favorable de Melanchton, pero Lutero sólo en la última
etapa limitó las causas de divorcio al adulterio y el abandono doloso del
hogar. Con el tiempo se sumaron como motivos: la negativa continuada a
satisfacer el débito conyugal, el encarcelamiento de un cónyuge, las amenazas
físicas, incompatibilidad de caracteres, la esterilidad de la mujer, la
impotencia del marido, las enfermedades incurables, la locura, el onanismo, el
alcoholismo, el despilfarro, y otras. Pero la culpa ante los ojos de su dios se
mantuvo en el divorcio protestante.
- En la iglesia
greco-ortodoxa, siempre se reconoció la posibilidad de separación por adulterio
y la sigue concediendo en casos extremos, apoyándose en la doctrina de algunos
doctores de la iglesia de la Antigüedad.
- Los hijos fuera
del matrimonio:
- En el mundo griego y germano en el paganismo, no se
discriminó a los hijos producto de las aventuras fuera del hogar, pero esa
consideración no se prolongó en el mundo cristianizado para las pecadoras ni
para los hijos extramatrimoniales. Ellas eran castigadas con penitencias
públicas y castigos infamantes hasta el siglo XVIII y en el norte de Alemania
todavía eran azotadas a comienzos del siglo XIX.
Mientras el hijo tenía que sufrir toda su vida el castigo por el “crimen”
materno.
- En la Alemania de la plena Edad Media, los hijos naturales
sólo podían reclamar del padre ciertos derechos de manutención. En el código de
Sajonia son excluidos de todos los privilegios: incapacitados para ser jueces,
jurados, testigos o tutores y ni siquiera pueden tener un tutor que represente
sus intereses ante tribunales. En Inglaterra, ni siquiera sus padres biológicos
podían reconocerlos, estaban fuera de la ley en el sentido jurídico como hijos
de nadie.
- Peor aún, en su concepto jurídico, para muchos códigos,
era bastardo el hijo que, aun habiendo nacido de padres que se casaron luego.
Por tanto, como el hijo bastardo no podía heredar de sus padres, se aplicaba la
ley y su herencia iba a parar al fisco. En el Alto Palatinado, el Estado tuvo
derecho a confiscar la totalidad de la herencia de estos hijos. En la mayoría
de los lugares de la católica Baviera siguió habiendo a lo largo del siglo XIX
más de un 20% de nacimientos ilegítimos, y algo más del 30% en una ciudad como
Nuremberg.
- Toda esta
injusticia, siempre a instigación de la iglesia.
- Excepción a la discriminación
a los bastardos:
- Pero como es habitual entre mezquinos y codiciosos, se
podía hacer una excepción y ser benevolentes con los bastardos hijos de gentes
importantes –que obviamente podían pagar gruesas sumas–. En 1247, Inocencio IV
dejó operativo para la sucesión al trono noruego, al bastardo Hagen Hagensen,
siendo recompensado con quince mil marcos de plata, también el cardenal
Guillermo de Sabina –quien entregó la bula papal– fue colmado de dinero y
regalos. Mientras tanto la iglesia mantenía la discriminación a los hijos
legítimos de sacerdotes y a hijos de matrimonios consanguíneos a los que
consideraba deformes, tullidos y lisiados y con el mismo tratamiento que a los
bastardos, pero claro, si podían pagar suficiente oro para ser rehabilitados.
- PALOS CONTRA EL ONANISMO
- El clero católico se ha inmiscuido hasta en la
satisfacción sexual en solitario. Cuando el cariño mutuo no es posible, el
onanismo es la tabla de salvación, y eso no es menos cierto en las cárceles y
en los seminarios. El concilio de Nicea
prohibió –dice Lutero– que alguien se excitara a sí mismo. El onanismo siempre
se practicó, con “excesos”, obsesionando a muchos reprimidos, a escondidas,
entre laicos y religiosos. En América, según el informe Kinsey, el 92% de los
hombres se habían masturbado alguna vez hasta alcanzar el orgasmo; entre las
mujeres de veinte a cincuenta años, se entregaban alguna vez a esta práctica,
una tercera parte de las casadas y casi la mitad de las solteras.
- La
prohibición del onanismo es tan importante, seguramente, porque la infracción
despierta sentimientos de culpa desde muy temprana edad y la iglesia vive, en
parte, gracias a los remordimientos y la remisión de esa culpa. Esta angustia,
que no pocas veces se transforma en desesperación, ha sido y sigue siendo
alimentada por la iglesia.
- En el pasado, el onanismo estuvo severamente castigado y
llegó a ser conceptuado como una especie de “homicidio”. Tomás de Aquino decía
que la masturbación era peor que la fornicación, Alberto Magno y muchos otros
autores decían que hasta las poluciones nocturnas eran pecado y en algunos
conventos, había que informar de ellas en los capítulos de la comunidad. Los
novicios también eran violentamente apaleados y azotados por las eyaculaciones
involuntarias. El castigo corporal, aplicado sobre todo a los adolescentes
católicos, fue una práctica habitual desde el primer cristianismo; en distintas
iglesias nacionales se convirtió en una “especialidad” para expiar las acciones
impuras. Hoy en día, algunos moralistas dicen: “cuando ha padecido una
polución, el pobre adolescente necesita bondad y comprensión”, pero por
milenios lo flagelaron brutalmente y, como alguno admite ahora, lo machacaron
hasta tal punto “que muchas veces no pudo soportar la desesperación y el joven
terminó por suicidarse”.
- Hoguera o castración
para los homosexuales:
-
La Iglesia ha condenado siempre a la homosexualidad como
perversidad abominable.
Según Goethe –decidido anticlerical– la homosexualidad es
tan antigua como la propia humanidad y, por eso mismo, natural. En Grecia, la
pedofilia dominó todas las manifestaciones de la cultura desde tiempos remotos:
artes figurativas, épica, lírica y tragedia. Lo hubo en todo tipo de libros
históricos, científicos y filosóficos y la mitología rebosa de leyendas
paidofílicas; más aún, en un primer momento, la palabra “pedagogo” designaba al
hombre que inducía a los muchachos a mantener contactos homosexuales.
- Licurgo, –legendario– legislador de Esparta, afirma en sus
leyes que no se puede ser un ciudadano competente si no se tiene un amigo en la
cama. Solón y sus sucesores recomiendan la homosexualidad a los jóvenes. Platón
no conoce “mayor dicha para un adolescente que ser amado por un hombre honesto,
ni mayor dicha para éste que tener un amante”. En Tebas, la homosexualidad era
práctica habitual de un potente regimiento de élite compuesto por trescientos
hombres y en Creta y Esparta formaba parte de la educación que los jóvenes guerreros
recibían de sus superiores. La lista de homosexuales famosos de la Antigüedad
griega incluye a reyes como Hierón de Siracusa o Filipo de Macedonia,
estrategas como Alejandro Magno, Epaminondas o Pausanias, legisladores como
Minos y Solón, filósofos como Sócrates, Platón o Aristóteles y muchos otros.
Pero las historias de la cultura de la Antigüedad clásica más voluminosas de
finales del siglo XIX seguían sin mencionar la homosexualidad o lo hacían muy
de pasada.
- Con los hebreos y los cristianos comenzó una caza
despiadada de homosexuales, aunque, en ciertos momentos, el judaísmo contó con
algunos templos donde se practicaba la prostitución homosexual masculina, como
ocurrió en otros cultos asiáticos. Pero el Antiguo Testamento impuso la pena de
muerte para la homosexualidad: “si alguien se acuesta con un hombre como con
una mujer, ambos han cometido abominación y deben morir”. Pablo condenó el amor
homoerótico de los hombres y –en un pasaje– el de las mujeres. La mayoría de
los otros padres de la iglesia también la condenan, sobre todo San Agustín, el
vehemente San Juan Crisóstomo y el todavía más rabioso Pedro Damián, que cree
que la homosexualidad es peor que el bestialismo. San Pedro Canisio (1521-1597)
se hizo el más virulento impugnador de la homosexualidad.
- La sociedad cristiana persiguió el “vicio” por mil
quinientos años con castigos cada vez más severos; los teólogos lo condenaban
con expresiones constantemente renovadas. San Basilio ordena que se aplique a
los homosexuales una penitencia de quince años; la teología de comienzos de la
Edad Media habitualmente se pronuncia por los diez años. El XVI sínodo de
Toledo establece en el año 694 que un sodomita debe ser “excluido de todo
contacto con los cristianos, azotado con varas, rapado ignominiosamente y
desterrado”. El sínodo de Naplusa (1120), responsabiliza al modo de vida
desenfrenado de los creyentes, por las catástrofes naturales y los ataques de
los sarracenos, exige que quien ha consentido libremente un acto homosexual
(activo o pasivo) muera en la hoguera. La bula papal Cum primum
prescribe en 1566 la entrega al Estado de todos los homosexuales, para su obvia
ejecución.
- Pena de muerte según el derecho secular
- Los emperadores paganos no vieron la homosexualidad con
malos ojos. Pero Constantino y sus sucesores la condenaron a la hoguera. El
antiguo Código Visigodo entre los siglos VI y VII, ya contaminado de ideas
cristianas, establece que las relaciones homosexuales debían ser castigadas con
determinadas confiscaciones y castración; en una reelaboración posterior del
mismo, se prescribe la pena de muerte. Dice dicho texto, que por culpa de este
terrible pecado “del que algunos son esclavos. Dios Nuestro Señor hace
descender sobre la Tierra el hambre y la peste y los terremotos y una infinidad
de males que ningún ser humano podría detallar”.
- El amor homoerótico fue considerado en Occidente por mucho
tiempo como un crimen capital. Las leyes penales del cristianísimo Carlos I,
que todavía estaban vigentes en muchos lugares a finales del siglo XVIII,
castigan las relaciones sexuales entre hombre y hombre o entre mujer y mujer
con la hoguera. En Inglaterra, esas relaciones estaba muy extendidas, y quienes
las practicaban fueron colgados o lapidados hasta el siglo XIX. Más tarde se
ordenó que el máximo castigo fuera la cadena perpetua, pero antes de ello se
abandonaba al reo a “los sanos sentimientos de la población” poniéndolo en la
picota, donde se le arrojaban durante horas barro, excrementos y perros, gatos
y peces podridos; el simple intento de cometer este “crimen horrible” era
castigado con una pena de hasta diez años. En Inglaterra hubo que esperar hasta
1957 para que la homosexualidad entre adultos fuera despenalizada.
- En Alemania, el Führer hizo endurecer el tristemente
famoso artículo 175 del Código Penal, con un artículo 175a por el que fueron
juzgados por homosexualidad entre 1937 y 1939, unos veinticuatro mil hombres.
Para los homosexuales el imperio nazi se alargó en la República Federal hasta
1969, pues hasta entonces, vivieron bajo la amenaza del parágrafo endurecido
por Hitler; una minoría inocente e inofensiva se vio perseguida como si fueran
criminales y su vida quedó arruinada. El auténtico criminal era, en efecto, la
moral cristiana que estaba detrás de todo ello.
- En las dictaduras católicas de España y Portugal los
homosexuales siguieron sometidos a la amenaza de castigos que en España podían
llegar, desde los años cincuenta, al internamiento.
- Investigaciones realizadas en América acerca de setenta y
seis culturas indígenas ágrafas descubrieron que cuarenta y nueve de ellas
habían mantenido una actitud permisiva hacia la homosexualidad. El derecho
sexual de los EE.UU. todavía era, en la época del informe Kinsey, una especie
de espejo de la moral eclesiástica medieval, y algunas o la totalidad de las
prácticas homosexuales estaban penalizadas en el conjunto del territorio
nacional: en ciertos estados, como los crímenes más violentos. En la RDA, el
parágrafo referente al tema fue suprimido; sólo se mantuvieron las medidas de
protección de menores. En Polonia, Hungría y Checoslovaquia la homosexualidad
fue también despenalizada.
- La actitud católica hacia el amor homoerótico no se ha
modificado en lo esencial, como demuestran las obras de teología moral
dedicadas al tema. El libro Vida cristiana y cuestiones sexuales del
sacerdote francés Marc Oraison, que rechazaba las penas de cárcel para los
homosexuales, fue incluido en el Índice pero Mein Kampf de Hitler –quien
mandó a los campos de concentración a tres grupos: opositores políticos, judíos
y homosexuales– no fue incluido en el Índice; y es que la Iglesia había
perseguido durante dos milenios a quienes Hitler persiguió durante doce años.
- Las condenas contra el amor lésbico fueron, en general,
más suaves. Intensamente practicado desde el Renacimiento, sobre todo en
Italia, y fue probablemente, resultado de que los contactos entre hombre y
mujer estaban más estrechamente vigilados y, por tanto, comportaban mayores
riesgos. Pero, la homosexualidad ha sido fomentada, al menos durante los
últimos siglos, por el sistema educativo cristiano y su tendencia a aplazar
tanto como sea posible el contacto entre los sexos.
- Incesto:
- En todo caso, parece que en la Edad Media el número de
laicos acusados de incesto fue inferior al de clérigos bajo esta acusación,
pero éstos fueron castigados con menos severidad. El papa Juan XII también fue
acusado de haber tenido “relaciones ignominiosas” con su madre y su hermana.
Juan XXIII (Baldassare Cossa) confesó las suyas ante el concilio de Constanza y
en muchas otras ocasiones. Alejandro VI fornicaba con su hija Lucrecia. Y el
cardenal Richelieu mantenía con su hija ilegítima, madame Rousse, esa forma de
relaciones incestuosas que Sade describe como la cumbre de la voluptuosidad.
- Censura a libros:
- Durante siglos la literatura ha estado vigilada de acuerdo
con esos principios. Fue un príncipe de la iglesia, el arzobispo de Maguncia
Bertoldo de Henneberg, quien creó la primera institución censora en 1486. El
Reglamento de Censura del Reich, de comienzos del siglo XVI, también fue
aprobado por iniciativa eclesiástica y, durante su larga vigencia, ciertamente
se tuvieron más en cuenta las manifestaciones sobre la iglesia y la religión
que las “cuestiones morales”. La situación no ha cambiado en lo esencial. El
papa León XIII (1878-1903) decretaba en su constitución Officiorum ac minorum:
“los libros que tratan, relatan o enseñan por sistema cosas sucias e inmorales,
están prohibidos (...)”. En 1948 todavía fueron incluidas en el Índice de
Libros Prohibidos –creado por Paulo IV en 1557– las obras completas de Sartre y
en 1952, las de Gide. En la segunda mitad del siglo XX aún aparecían, además de
Ranke y Gregorovius, Heine y Flaubert, los Essais de Montaigne, la Crítica
de la Razón pura de Kant, los Pensees y las Provinciales de
Pascal y libros de Spinoza, Lessing y muchos otros.