REPRESION SEXUAL DEL CRISTIANISMO
- Es bastante sensato y realista, según lo
observado en la vida cotidiana, el hecho de que la represión del instinto
sexual se canaliza hacia sentimientos de culpa y destructividad agresiva. Esa
actitud se observa desde en animales inferiores hasta en el ser humano, donde
la satisfacción sexual es inversamente proporcional a su agresividad. Se puede
comprender los rasgos de crueldad en los estados de insatisfacción sexual
crónica, con ejemplos en viejas vírgenes hurañas y en ascetas moralistas, de
paso llama la atención, por el contrario, la dulzura y bondad de las personas
genitalmente satisfechas. Siempre tomando en cuenta las raras excepciones al
caso, es consecuente revisar la influencia de la moral represiva cristiana en
su esfera de influencia.
-
Comportamiento de algunos pueblos en función de su sexualidad:
- Las indagaciones etnológicas nos acercan a
esa conclusión. Los pueblos con menos inhibiciones sensuales tienen menores
tasas de taras personales y sociales, que los pueblos con una actitud negativa
hacia la sexualidad. Los polinesios del siglo XVIII no conocían ninguna forma
de neurosis, en su sociedad el amor y erotismo eran completamente libres. Los esquimales
de Groenlandia, eran tan naturales que
no tenían diferencias sociales, conflictos generacionales o psicosis; eran
extremadamente amistosos, sin violencia, tal que su lengua no contenía insultos
o términos de guerra y no había entre ellos hipocresías o represión sexual,
llegaban hasta el incesto e intercambio de mujeres y la hospitalidad más
abierta en que las esposas se ofrecían a los invitados para pasar la noche,
desde Groenlandia hasta Alaska. Después de su cristianización, los esquimales
se convirtieron en seres tan moralistas, celosos, alborotadores y pendencieros
como el resto del mundo cristiano y aprendieron todas las formas de
comportamiento asocial.
- Otras sociedades satisfechas en sus
instintos, sexualmente inalteradas, como samoanos, indios sirionos y los papúes de las islas
Trobriand mantenían en las primeras décadas del siglo XX, un carácter bondadoso,
dulce, tranquilo y no mostraban signos de desorden sexual. Los trobriandos,
desconocían la represión, los secretismos y eran educados de forma
completamente natural, satisfaciendo sus instintos según la edad de cada cual,
sin “perversiones”, enfermedades mentales funcionales, neurosis o crímenes
sexuales. No sabían de robos. Estas sociedades observan patrones diversos de
convivencia, con uniones monógamas que se pueden romper libremente (islas
Trobriand) o comunismo sexual (Ghotul, los Muria de India occidental).
- En otro extremo, hay cofradías primitivas
entre los Galla y otras comunidades de Etiopía, Nueva Guinea, formadas por
hombres que viven separados de sus mujeres, que destacan en su belicosidad y
crueldad, dedicados a cazadores de cabezas y de testículos, donde el hombre es
considerado para el matrimonio cuando presenta los genitales cortados de un
enemigo; entre los malayos y los asmats, es casadero cuando exhibe como trofeo
una cabeza. En Melanesia, Indonesia y Sudamérica hay tribus de cazadores de
cabezas cuya religión manda la abstinencia sexual antes de una expedición
guerrera o de pillaje. Cuando llegaron tiempos de la supresión de la caza de
cabezas, hubo un desborde del número de adulterios. Los habitantes del
Hindukush, entre Afganistán y Pakistán, observaban la continencia mientras
estaban en guerra esperanzados en la conexión entre belicosidad y represión
sexual, entre agresividad y ascetismo. Los legendarios guerreros espartanos,
vivían en cuarteles desde los siete hasta los sesenta años y hasta pasan allí
su noche de bodas.
- Evidentemente puede parecer aventurado hacer
conclusiones absolutas, pero de hecho que hay un sustento muy pertinente
–incluso fisiológico– apoyando la relación entre represión sexual y
agresividad.
- La
reingeniería desde el cristianismo:
- La religión cristiana escindió al ser humano
de su propio ser, lo enfrascó en una lucha contra de su esencia contra la
cultura impuesta, donde la emoción se trunca desde la niñez, se mutila lo
sexual con estigmas de perverso. Si bien no es la primera religión en hacerlo,
es la más traumática en las consecuencias de su obra. La “renuncia” ascética a
su instinto, altera la historia natural de un ente biológico, instalando en él,
sentimientos de vergüenza, culpa y revancha, llegando a la irritabilidad
patológica, disposición a la belicosidad y persecución, desesperación y despotismo.
La sexualidad insatisfecha no conduce a la dicha natural o al comportamiento
pacífico, reprimir el propio deseo a menudo con violencia contra sí mismo ayuda
a la intolerancia e inhumanidad hacia los demás y el impulso en la dirección
equivocada busca salidas y aparecen toda una serie de conflictos sociales que
van desde la insolidaridad a las vilezas de todo género.
- La represión sexual permanente, alejándonos
del ser más vegetativo y animal –que, por supuesto, no excluye un alto nivel
intelectual– que exigió y promovió el clero, se convirtió al final en inhumanidad,
la moral del amor primigenia se hizo la moral del odio que, con frecuencia fue
un equivalente embriagador a cambio de los placeres que faltan, del gozo del
que uno se ha visto privado.
- La
moral cristiana detrás de la violencia sexual:
- Los numerosos maltratos practicados en la
Edad Media cristiana tuvieron una medida y brutalidad nuevas: aplastamiento de
pulgares, descoyuntamientos, bota española, doncella de hierro, liebres
mechadas, devanadera, balanza de inmersión, escama, descuartizamiento mediante
caballos, instilación de plomo fundido en boca, nariz, ano o vagina, etcétera,
y tenían casi siempre una componente sexual y sádica. La crueldad se concentró
a menudo en la genitalidad, los tormentos preferidos se aplicaron sobre vagina
y falo: arrancar el vello púbico, patear los testículos, golpear a la mujer.
- El Ku-Klux-Klan, en tiempos modernos puso lo
suyo; esta secta que entre otras cosas, luchaba por la castidad prematrimonial
y la fidelidad conyugal, al hombre de color que decían, ha molestado a una
blanca, primero lo castran, le obligan a comerse sus propios genitales y luego
lo embrean, lo empluman y lo linchan.
- Era el instinto reprimido disfrutando su
válvula de escape mediante la perversión, en un reflejo distorsionado de la
moral cristiana. El sentido “moral” de toda crueldad reside exclusivamente en
esto. Entre la moral de una sociedad y sus criminales existe, como es sabido,
una estrecha relación; en especial son numerosos en los homicidios sexuales que
hay que atribuir a la represión cristiana de los instintos. Los crímenes
sexuales sirven para liberar un excedente de instintos retenidos. En cierta
medida, el criminal recurre así en tiempo de paz a un sustitutivo que la
sociedad emplea colectivamente en la guerra.
- En este sentido hay que cargar muchos
homicidios sexuales en la cuenta de la moral cristiana. En esos casos, la
última responsabilidad, la verdadera culpa, recae en la moral que está detrás
del homicidio, cuyo producto indirecto es a menudo el criminal sexual.
- La
consecuencia más terrible de la moral cristiana es que frustración y conflicto
tienen estrecha relación. El insatisfecho es una bomba de tiempo. La represión
sexual sistemática, la anulación de la capacidad de gozo y un excesivo grado de
autoexigencia provocan una mayor disposición a la guerra. La persona moralmente
oprimida y maltratada por coacciones antinaturales ve su liberación en la
situación excepcional de la guerra y está de acuerdo con ella en secreto. Hay
una moral que le predispone hacia ciertos “caudillos”. Vive en la guerra aquello
a lo que renuncia en la paz. Es así, lógico que el mundo cristiano
–fundamentalmente determinado por el ascetismo y condena lo dionisíaco–, se
haya visto envuelto en muchas más crueles matanzas que cualquier otra religión,
siendo muchas veces los propios clérigos sus mayores instigadores: desde las
Cruzadas hasta la guerra de Vietnam.
- La abstinencia os hará mejores soldados:
-
Quien ya no soporta su penitencia, tormentos y renuncias, tiende a desahogar su
entumecimiento e inquietud sexual en el caos de la matanza, como en una
borrachera. La cristiandad tiene una lejana tradición que recuerda las
costumbres de los cazadores de cabezas antes mencionados: la abstinencia sexual
de los israelitas antes de una guerra, pues en época predavídica, los judíos ya
hacían su típica “guerra santa” que la mayoría de las veces terminaba con la
proscripción del enemigo y aniquilación total, pero que había comenzado con
bendiciones religiosas y abstinencia sexual. En el Antiguo Testamento, el rey
Saúl promete a David como esposa a su hija Mikal con la condición de que David
ataque a los filisteos y le traiga cien de sus prepucios como prueba de su
victoria. “Entonces David se levantó, partió con sus hombres y mató a
doscientos filisteos. Y trajo David sus prepucios que fueron entregados
cumplidamente al rey”.
-
Durante las Cruzadas se declaró oficialmente que la lucha por el cristianismo
era un acto de guerra espiritual y se equiparó el derramamiento de sangre a las
obras ascéticas. La relación entre penitencias espirituales y sadismo bélico es
especialmente llamativa en la orden de los templarios. Estos piadosos
caballeros prometen castidad y pobreza, duermen con la camisa y calzones
puestos, evitan el teatro, los bufones y juglares –como destaca Bernardo de
Claraval, uno de sus defensores más poderosos– para así entregarse con mayor
vehemencia a la lucha contra los enemigos de la cristiandad. Según Tomás de
Aguino, los hombres permanecen vírgenes no sólo por algún trabajo espiritual o
vida contemplativa, sino también “para poder dedicarse mejor al servicio de las
armas”. Porque el espíritu casto está dispuesto a cualquier sacrificio, incluso
a la “heroicidad del martirio”, como siguen diciendo en el siglo XX
algunos fanáticos. Hay quien elogia la manía de los flagelantes y los cruzados,
calificándola como “vigorosa” y escribiendo que podían “entregarse a una vida
de castidad (...) con esa intensidad que sólo encontramos en la Edad Media”.
Por el contrario –como opinan en la actualidad los capellanes castrenses
católicos –el sexo “paraliza la voluntad de defensa, aniquila los ejércitos y
las naciones, como hizo antaño con Sansón, y es más peligroso que “el posible
enemigo militar del exterior””.
- La crueldad de los ascetas y religiosos:
- El significado de la palabra “ascetismo” y
su misma esencia también están relacionados con la guerra. El ascetismo era
practicado tanto por el atleta de la Antigüedad como por el guerrero. Y la vida
del cristiano “ideal”, sobre todo del clérigo y más aún del monje, debe ser una
lucha permanente, un estado de guerra constante. El individuo que se mortifica
se convierte en un combatiente; primero contra sí mismo y luego contra los
demás.
- Shenute de Atripe, fue un patriarca monacal
que ayunó y se mortificó muchas veces hasta el límite, pero estaba lo bastante
fuerte como para apalear bárbaramente a sus monjes, matando a uno de ellos en
su celo religioso. Los monjes de las montañas de Nitria, que se sometían a
terribles penitencias, atacaron por sorpresa a la hermosa Hipatia, la última
gran filósofa del neoplatonismo, la arrastraron hasta una iglesia, la
desnudaron y desgarraron su cuerpo con pedazos de vidrio. Y los inquisidores, maestros en
monstruosidades de un sadismo sin igual, también eran muchas veces ascetas, que
luchaban violentamente contra su propia sexualidad. En el siglo XV, el rey
Matías de Hungría se queja de los prelados: “no evitan la cólera, pues se irritan contra
sus sirvientes, se muestran crueles, los azotan y los hacen asesinar; y a todo
esto lo llaman “sano rigor”. Me da vergüenza hablar de la sed de sangre y la
crueldad inhumana de algunos obispos”.