miércoles, 12 de diciembre de 2012

08.- LA MUJER EN LA RELIGIÓN

                                             Basado en el libro "Historia sexual del Cristianismo" de Karlnheinz Destchner

- La mujer en la religión y el cristianismo:
- Antigüedad:
- A inicios de los asentamientos humanos primitivos, la mortalidad en todos los grupos etarios era altísima, lo que se explicaba por las condiciones de vida precarias y peligros, por lo cual, los clanes requerían multiplicarse para conservar su fuerza; allí el papel de la mujer como reproductora y educadora infundía respeto –consideración nacida de una sabiduría natural sensata–, se le divinizó desde el paleolítico poniéndola a la par con la tierra, fuente de la vida agrícola tan indispensable. Así se les personificó en deidades, los sumerios la llaman Inanna, los hurritas Sauska, los asirios Militta, los babilonios Istar, los sirios Atargatis, los fenicios Astarté; los escritos del Antiguo Testamento la denominan Asera, Anat o Baalat (la compañera de Baal), los frigios Cibeles, los griegos Gaya, Rhea o Afrodita, los romanos Magna Mater, Urna, Kali en las culturas hindúes. El emperador Augusto reconstruyó en el Palatino sus templos, destruidos por el fuego, y el propio emperador Juliano abogó por ella. Pero desde el Neolítico los dioses masculinos empezarían a tomar su lugar ante el inevitable machismo por el nuevo papel económico del varón, y se impuso la cultura patriarcal desterrando la imagen de la diosa madre a divinidad subalterna y se llegó ahora a adorar el falo en culturas orientales hindús y japonesas, Grecia, Asia menor, Egipto, incluso en Roma como Príapo y la mujer cae hasta la denigración y se llegó utilizarlas en diferentes formas de prostitución –sofisticadas o no– en algunos de esos mismos cultos en la India y Oriente, los nombres de Istar y Orgía iniciaron su inmortalidad en el recuerdo humano. Templos en India, de tribus negras y oriente próximo como el templo de Istar en Babilonia eran centros de desfloración prematrimonial, el cual era requisito previo al casamiento, con un anónimo representante del dios. 
IMPOSICION DE YHAVE
- La antigua religión precristiana en los israelitas era politeísta y polidemónica, y como en la de muchos semitas, no parece haber incluido en su doctrina, a la resurrección de muertos, el cual se instauró por influencia persa.
- Yahvé, que originalmente había sido un espíritu de la naturaleza, un dios vulcanice, de la tempestad o de las tormentas, en el curso del tiempo se impuso a otros dioses vecinos y fue el único dios del mundo antiguo que se hizo adorar sin imágenes. Los israelitas, que probablemente ocuparon algunas partes de Palestina en el siglo XIII AC y se mezclaron con sus parientes hebreos asentados allí antes, emprendieron pronto guerras de conquista hacia todos sus confines siguiendo instrucciones de su dios de aniquilar a los dioses rivales idolátricos y sus templos. Así barrieron como preludio de las guerras santas cristianas, a moabitas y amonitas, filisteos, madianitas y arameos; fueron especialmente frecuentes los enfrentamientos con los cananeos –los “amorreos” o “hititas” del Antiguo Testamento, que los caracteriza como completamente corrompidos–, a los que se contentaron con imponer el exilio o cargas tributarias.
Baal y Asera
- Fue en Canaán, donde los nómadas o seminómadas israelitas conocieron el antiguo universo cultural, con la Gran Madre, los dioses El y Baal, los esponsales sagrados, la prostitución y desfloración rituales, una religión de fiestas magníficas y estímulos sensuales y se llegó finalmente a asimilaciones de toda clase. El propio culto a Yahve empezó a contaminarse de estas con ritos como los de las plantaciones de árboles de Asera (nombre de la diosa Asera que tuvo su templo en Jerusalén) en medio de orgías. Se adoraba a la vez a Baal y la Gran diosa Madre con intensidad y lujuria, se llegó a la prostitución ceremonial más grosera. En Silo los hijos del sacerdote de Yahvé dormían “con las mujeres que rendían servicio a la entrada del recinto sagrado”; muchos otros “sacrifican con las hetairas consagradas”. Por ello los Elías –rey quien hizo apresar a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los mató–, Elíseo en el siglo IX, Amos, Oseas e Isaías en el VIII, no dejan de condenar el culto de diferentes baales, y el de Asera, el sincretismo cananeo israelita hacia difícil diferenciar el origen de las costumbres y abominaciones que contaminaban a los hijos de Israel.
- Desprecio por sexualidad y la mujer:
- Desde el comienzo de la Biblia, la sexualidad queda estigmatizada como un mal, y la catástrofe se inicia con el pecado entre Adán y Eva, Yahvé pierde la paciencia y extermina a la humanidad gentil, exceptuada la familia de Noé. La sexualidad lujuriosa se marcó en todo el camino como el peor vicio para la moral judía. El adulterio es castigado en la Biblia con la pena de muerte, igual las relaciones incestuosas, la homosexualidad y zoofilia, donde incluso las bestias viciosas deben ser ejecutadas. Todo lo relacionado a la sexualidad era impuro.
- De paso, la mujer siempre fue oprimida desde las más lejanas raíces judías, lo que repercutió en el cristianismo. El relato de la Creación la coloca dependiente al hombre y como seductora ante el hombre exculpado, aunque tiene paralelo con el relato sumerio y budista. También la mitología germánica tiene una primera pareja humana, Aske y Embla; pero su unión nunca es juzgada como pecado.
- La lucha del culto de Yahvé contra las divinidades femeninas y sus religiones, tenía que volverse también contra el principio rector de esas divinidades: la condición femenina, apartando a la mujer de la vida pública. Si antes santificada, ahora es impura, oprimida y menospreciada. En el Antiguo Testamento, el nombre del marido, “baal” le señala ya como propietario y señor de la mujer. El Levítico equipara a la mujer con los animales domésticos y en tiempos de Jesús sigue estando a la misma altura que el niño y el siervo. En el siglo XX se reza en la sinagoga: “Te doy las gracias, Señor, porque no me has hecho infiel, ni siervo (...), ni mujer”.
- La misa judía –y luego la católica– posterga a la mujer, de la oración, lectura, predicación, del estudio de la Torah, pese a ser “necesaria” para la salvación. Incluso los animales sacrificados debían ser de sexo masculino. Dios casi nunca habla con mujeres, el primer pecado vino por una mujer. En la vida cotidiana, se debía hablar con ella solo lo necesario estricto, no debía guiarse por su consejo so pena infernal; no se les saludaba, ni se les permitía que saludasen a otras personas, su vida valía menos; el nacimiento de un niño causaba regocijo, el de una niña se soportaba. El Antiguo Testamento ignora a las hijas en el tratamiento de la sucesión; hasta podían ser vendidas como esclavas.
- Poligamia judía y aversión  la virginidad:
- Tal fue desde el libro sagrado judío, la desconsideración de la mujer que se toleró la poligamia, el concubinato con esclavas y prisioneras de guerra, el trato sexual con prostitutas y solteras que no estuviesen ya bajo custodia paterna y la separación –para los babilonios y los egipcios, también la mujer tenía derecho a separarse–; y cuanto los hijos alcanzaban la pubertad, el padre podía darles una esclava para “los esponsales”. Pero cualquier relación extramarital de una mujer casada estaba castigada con la muerte. La poligamia tomó dimensiones considerables –Roboán tenía dieciocho mujeres y sesenta concubinas; el sabio Salomón, setecientas mujeres, además de trescientas concubinas–, no fue combatida por los profetas y estuvo autorizada hasta el siglo IX DC. Los talmudistas formularon explícitamente la regla de que ningún judío podía tener más de cuatro mujeres a la vez y el rey, como máximo, dieciocho. Pero la Biblia ni el Talmud –repetidamente condenado a la hoguera por la iglesia– permitieron el maltrato a la mujer; esto empezó con el derecho medieval cristiano, que insistía en la monogamia. Tampoco se dio entre los judíos una difamación del matrimonio ni un ideal de virginidad o de celibato. Entre los judíos, los levitas y los sacerdotes debían casarse, aunque sólo con honradas vírgenes de Israel. El compromiso previo al matrimonio se llamaba “kiddushin” (encarnación) y la soltería era tenida por una desgracia, un castigo de Dios. Se instaba a los padres para que casaran a sus hijos cuanto antes: a las chicas a los quince años y a los jóvenes a los dieciocho. También la esterilidad era un oprobio, de ahí que Lot entregara a sus propias hijas. Y es que ni la infravaloración de la mujer ni las abundantes prescripciones de purificación desembocaron entre los judíos, en tendencias ascéticas, salvo sectarios marginales como los rechabitas, los terapeutas y los esenios.