- La mujer en la religión y el
cristianismo:
- Antigüedad:
- A inicios de los asentamientos humanos
primitivos, la mortalidad en todos los grupos etarios era altísima, lo que se
explicaba por las condiciones de vida precarias y peligros, por lo cual, los clanes
requerían multiplicarse para conservar su fuerza; allí el papel de la mujer como
reproductora y educadora infundía respeto –consideración nacida de una
sabiduría natural sensata–, se le divinizó desde el paleolítico poniéndola a la
par con la tierra, fuente de la vida agrícola tan indispensable. Así se les
personificó en deidades, los sumerios la llaman Inanna, los hurritas Sauska,
los asirios Militta, los babilonios Istar, los sirios Atargatis, los fenicios
Astarté; los escritos del Antiguo Testamento la denominan Asera, Anat o Baalat
(la compañera de Baal), los frigios Cibeles, los griegos Gaya, Rhea o Afrodita,
los romanos Magna Mater, Urna, Kali en las culturas hindúes. El emperador
Augusto reconstruyó en el Palatino sus templos, destruidos por el fuego, y el
propio emperador Juliano abogó por ella. Pero desde el Neolítico los dioses masculinos
empezarían a tomar su lugar ante el inevitable machismo por el nuevo papel
económico del varón, y se impuso la cultura patriarcal desterrando la imagen de
la diosa madre a divinidad subalterna y se llegó ahora a adorar el falo en
culturas orientales hindús y japonesas, Grecia, Asia menor, Egipto, incluso en
Roma como Príapo y la mujer cae hasta la denigración y se llegó utilizarlas en
diferentes formas de prostitución –sofisticadas o no– en algunos de esos mismos
cultos en la India y Oriente, los nombres de Istar y Orgía iniciaron su
inmortalidad en el recuerdo humano. Templos en India, de tribus negras y
oriente próximo como el templo de Istar en Babilonia eran centros de
desfloración prematrimonial, el cual era requisito previo al casamiento, con un
anónimo representante del dios.
IMPOSICION DE YHAVE
- La antigua religión precristiana en los
israelitas era politeísta y polidemónica, y como en la de muchos semitas, no
parece haber incluido en su doctrina, a la resurrección de muertos, el cual se
instauró por influencia persa.
- Yahvé, que originalmente había sido un
espíritu de la naturaleza, un dios vulcanice, de la tempestad o de las
tormentas, en el curso del tiempo se impuso a otros dioses vecinos y fue el
único dios del mundo antiguo que se hizo adorar sin imágenes. Los israelitas,
que probablemente ocuparon algunas partes de Palestina en el siglo XIII AC y se
mezclaron con sus parientes hebreos asentados allí antes, emprendieron pronto
guerras de conquista hacia todos sus confines siguiendo instrucciones de su
dios de aniquilar a los dioses rivales idolátricos y sus templos. Así barrieron
como preludio de las guerras santas cristianas, a moabitas y amonitas,
filisteos, madianitas y arameos; fueron especialmente frecuentes los
enfrentamientos con los cananeos –los “amorreos” o “hititas” del Antiguo
Testamento, que los caracteriza como completamente corrompidos–, a los que se
contentaron con imponer el exilio o cargas tributarias.
Baal y Asera
- Fue en Canaán, donde los nómadas o
seminómadas israelitas conocieron el antiguo universo cultural, con la Gran
Madre, los dioses El y Baal, los esponsales sagrados, la prostitución y desfloración
rituales, una religión de fiestas magníficas y estímulos sensuales y se llegó
finalmente a asimilaciones de toda clase. El propio culto a Yahve empezó a
contaminarse de estas con ritos como los de las plantaciones de árboles de
Asera (nombre de la diosa Asera que tuvo su templo en Jerusalén) en medio de
orgías. Se adoraba a la vez a Baal y la Gran diosa Madre con intensidad y
lujuria, se llegó a la prostitución ceremonial más grosera. En Silo los hijos
del sacerdote de Yahvé dormían “con las mujeres que rendían servicio a la entrada
del recinto sagrado”; muchos otros “sacrifican con las hetairas consagradas”. Por
ello los Elías –rey quien hizo apresar a cuatrocientos cincuenta profetas de
Baal y los mató–, Elíseo en el siglo IX, Amos, Oseas e Isaías en el VIII, no
dejan de condenar el culto de diferentes baales, y el de Asera, el sincretismo
cananeo israelita hacia difícil diferenciar el origen de las costumbres y
abominaciones que contaminaban a los hijos de Israel.
- Desprecio
por sexualidad y la mujer:
- Desde el comienzo de la Biblia, la sexualidad
queda estigmatizada como un mal, y la catástrofe se inicia con el pecado entre
Adán y Eva, Yahvé pierde la paciencia y extermina a la humanidad gentil,
exceptuada la familia de Noé. La sexualidad lujuriosa se marcó en todo el
camino como el peor vicio para la moral judía. El adulterio es castigado en la
Biblia con la pena de muerte, igual las relaciones incestuosas, la
homosexualidad y zoofilia, donde incluso las bestias viciosas deben ser
ejecutadas. Todo lo relacionado a la sexualidad era impuro.
- De paso, la mujer siempre fue oprimida desde
las más lejanas raíces judías, lo que repercutió en el cristianismo. El relato
de la Creación la coloca dependiente al hombre y como seductora ante el hombre
exculpado, aunque tiene paralelo con el relato sumerio y budista. También la
mitología germánica tiene una primera pareja humana, Aske y Embla; pero su unión
nunca es juzgada como pecado.
- La lucha del culto de Yahvé contra las
divinidades femeninas y sus religiones, tenía que volverse también contra el
principio rector de esas divinidades: la condición femenina, apartando a la
mujer de la vida pública. Si antes santificada, ahora es impura, oprimida y
menospreciada. En el Antiguo Testamento, el nombre del marido, “baal” le señala
ya como propietario y señor de la mujer. El Levítico equipara a la mujer con
los animales domésticos y en tiempos de Jesús sigue estando a la misma altura
que el niño y el siervo. En el siglo XX se reza en la sinagoga: “Te doy las
gracias, Señor, porque no me has hecho infiel, ni siervo (...), ni mujer”.
- La misa judía –y luego la católica– posterga
a la mujer, de la oración, lectura, predicación, del estudio de la Torah, pese
a ser “necesaria” para la salvación. Incluso los animales sacrificados debían
ser de sexo masculino. Dios casi nunca habla con mujeres, el primer pecado vino
por una mujer. En la vida cotidiana, se debía hablar con ella solo lo necesario
estricto, no debía guiarse por su consejo so pena infernal; no se les saludaba,
ni se les permitía que saludasen a otras personas, su vida valía menos; el
nacimiento de un niño causaba regocijo, el de una niña se soportaba. El Antiguo
Testamento ignora a las hijas en el tratamiento de la sucesión; hasta podían
ser vendidas como esclavas.
- Poligamia
judía y aversión la virginidad:
- Tal fue desde el libro sagrado judío, la
desconsideración de la mujer que se toleró la poligamia, el concubinato con
esclavas y prisioneras de guerra, el trato sexual con prostitutas y solteras
que no estuviesen ya bajo custodia paterna y la separación –para los babilonios
y los egipcios, también la mujer tenía derecho a separarse–; y cuanto los hijos
alcanzaban la pubertad, el padre podía darles una esclava para “los
esponsales”. Pero cualquier relación extramarital de una mujer casada estaba
castigada con la muerte. La poligamia tomó dimensiones considerables –Roboán
tenía dieciocho mujeres y sesenta concubinas; el sabio Salomón, setecientas
mujeres, además de trescientas concubinas–, no fue combatida por los profetas y
estuvo autorizada hasta el siglo IX DC. Los talmudistas formularon
explícitamente la regla de que ningún judío podía tener más de cuatro mujeres a
la vez y el rey, como máximo, dieciocho. Pero la Biblia ni el Talmud –repetidamente
condenado a la hoguera por la iglesia– permitieron el maltrato a la mujer; esto
empezó con el derecho medieval cristiano, que insistía en la monogamia. Tampoco
se dio entre los judíos una difamación del matrimonio ni un ideal de virginidad
o de celibato. Entre los judíos, los levitas y los sacerdotes debían casarse,
aunque sólo con honradas vírgenes de Israel. El compromiso previo al matrimonio
se llamaba “kiddushin” (encarnación) y la soltería era tenida por una
desgracia, un castigo de Dios. Se instaba a los padres para que casaran a sus
hijos cuanto antes: a las chicas a los quince años y a los jóvenes a los
dieciocho. También la esterilidad era un oprobio, de ahí que Lot entregara a
sus propias hijas. Y es que ni la infravaloración de la mujer ni las abundantes
prescripciones de purificación desembocaron entre los judíos, en tendencias
ascéticas, salvo sectarios marginales como los rechabitas, los terapeutas y los
esenios.