domingo, 4 de octubre de 2009
ALBERT EINSTEIN (I): EL JINETE DE LA LUZ
- En el recuento de personajes epónimos trascendentales que dejaron huella en el viaje creativo de la humanidad, se da cuenta de un selectísimo círculo de herejes que mediante su irreverente sapiencia para intuir lo obsoleto del viejo orden con el que les tocó convivir, desafiaron a la autoridad instalada a riesgo de ser aplastados por la magnitud de las fortalezas megalíticas que enfrentaron, y emergieron airosos en el juicio de la razón virando el curso de los hechos del mundo. Sus nombres son hoy mitificados, de dominio del vulgo, modelos de inspiración y algunas de sus historias novelescas atrapan hasta la cautivación más sabiéndose de su certeza, la siguiente es la de un frágil hombre que luego de empezar una aventurada cruzada solitaria supo del reconocimiento y la reverencia de sus contemporáneos hasta la categoría de una figura promontoria del arte o del deporte, en un inédito curso de vida para tratarse de un físico teórico. La genialidad e ironías fueron el sello constante de su vida, transgrediendo su propio espacio científico para involucrarse con su voz principista en los incómodos asuntos políticos y sociales de su tiempo.
- Que la luz contenía partículas viajando en paquetes de fotones a velocidades constantes en el vacío, que la masa y energía son equivalentes, que el espacio y el tiempo son hilos de una misma fábrica dimensional factibles de unirse, estirarse, retorcerse, plegarse, renunciando la noción absoluta de los mismos, que el movimiento absoluto no existe, que la velocidad varía respecto a la posición de un observador particular, que la masa inercial de un cuerpo aumenta conforme lo hace la velocidad, eran principios que la concepción científica de hasta el alba del siglo XX aún bajo la dictadura Newtoniana y en medio del conflicto entre la mecánica y el electromagnetismo, no contemplaba mas que etéreamente; aunque ya se tenía un substrato lógico y hombres como Henry Poincaré y H. Lorentz llevaban ya tiempo a la caza de la presa de la primera versión de la relatividad restringida, fue Albert Einstein quien llegó primero al Everest, superando incluso la figura de referentes científicos de la época, y escribiendo documentos que se cuentan entre los principales orgullos intelectuales de la especie.
- Pese a que se ha popularizado entre la cultura general, el escaso aprecio en su niñez entre sus profesores por sus discretos logros escolares y escasa adaptación al sistema, ocurría que el tímido y retraído jovenzuelo estaba apasionadamente inmerso en su mundo de ecuaciones matemáticas, física y en una bullente libre imaginación, el resto de materias escolares y el rigor esquemático no le motivaba. Ya un primer destello de esa inquebrantable curiosidad se avizoraba cuando de niño recibió una brújula de regalo, la cual le desconcertaba e invitaba a examinarla observándola por noches enteras, había además una especial habilidad en su capacidad visual de razonamiento, también en la infancia afloraban sus fascinaciones con el misterio del círculo y la geometría Euclídea plana que empezaba a descubrir, y los delirios de cabalgar en los fotones llegarían más adelante, pero en general casi nadie pudo captar indicios de su latente potencial, incluso su retraso infantil en la adquisición del lenguaje hizo pensar en un poco afortunado futuro.
- Su carácter reflexivo, instropectivo e intuitivo, armas muy desarrolladas en él, crearon una falsa percepción de niño poco brillante que de paso algunos verticales y grises profesores suyos en el Gymnasium de Munich se encargaron de restregarle, ningún profesor tuvo la claridad para percibir su talento, recibiendo el pequeño Albert desde sutiles hasta directas frases de desprecio hacia su autoestima, seguramente ese carácter suyo no compactaba en el mundo de germano temperamento donde se educó, eran tiempos de una educación europea llenas de pautas para la reverencia de los nacionalismos y de una rigidez asfixiante para la creatividad, los métodos mecanicistas no se adaptaban a él y más bien eran un lastre para sus jornadas meditabundas, en una demostración de su rebeldía característica prefería afrontar las consecuencias de la desobediencia al sistema, hasta que felizmente abandonó tal instituto; los esquemas autómatas de enseñanza no eran afines a la libertad que tanto le seducía como aliada a su espíritu de investigación, siempre detestó la disciplina rígida en campos donde la creatividad debe ganar un espacio vital como la educación, la ciencia y la política, y hasta en trivialidades como la vestimenta y modales jamás observó formalidades o ceremonias propias de todo contexto, pero si bien el colegio no aportaba a su desenvolvimiento creativo, en el cobijo hogareño encontraba el terreno estimulante para involucrarse en el mundo de la especulación teórica, con pertinentes parábolas sobre la ciencia que le vertían su padre y su tío.
- Estos aspectos emotivos en cuanto a su imagen durante sus años juveniles son detalles que nos introducen a lo cautivante de su historia y nos conmueven hasta comenzar a percibirlo como el héroe que nos significa para los menos afortunados constructivamente; fue mediante su encuentro con los libros de didáctica divulgación científica que encausó el camino hacia su interés por ella, en especial por la física y el universo, ello demostraba que los caminos de la genialidad pueden ser tan incomprensibles como los productos de ella. Otro acontecimiento en el matizado temprano de su vida ocurre cuando ya adolescente y la firma de su padre en Munich quiebra, se traslada un tiempo al norte de Italia donde conoce la gran tradición cultural de aquel país, ya antes había recibido en su formación las perspectivas judaica, cristiana y clásica musical, y así mientras enriquecía su visión mundana, acrisolaba su prodigiosa intuición que luego empezaría a desentramar los misterios de la mecánica de la luz que le intrigaban.
- A los 15 años de edad escapa de Alemania para evitar el servicio militar obligatorio instalándose en Zurich, allí luego de contratiempos e irregularidades se graduó en 1900 en el Instituto Politécnico Federal de Zurich de Suiza en Física y Matemáticas, donde tampoco alguien detectó su peculiar y potencial talento y más bien fue considerado mediocre, faltón y holgazán, siempre intentando esquivar las materias obligatorias y enzarzándose en sus propios intereses especulativos, es más llega a graduarse con la ayuda de un disciplinado compañero y gran amigo suyo Marcel Grossmann quien compartía sus apuntes con el distraído Einstein, quien de paso empezaba a conocer la segregación académica por su nacionalidad en medio de las necesidades que pasaba por la lejanía de la familia. Renunció en 1899 a la ciudadanía alemana y recién en 1901 adquirió nacionalidad suiza, casándose en 1903 con la matemática croata Mileva Maric a quien conoció en el Politécnico de Zurich, con quien tendría 2 hijos y formó una fugaz familia que conoció prematuras carencias. Ya graduado y con la independencia de todo vínculo paternal, también tenía la necesidad de sostener a su familia y pasa penurias por la falta de empleo al no tener buenas relaciones ni imagen con los profesores, algo desmotivado por la depresión incluso fue tentado a dedicarse a rubros al margen de la física como la venta de seguros de vida, su autoestima llegó a estar muy baja sembrada por conceptos peyorativos desde su niñez tanto en la escuela y familia, incluso su padre trató de conseguirle un puesto de investigador asistente y muere creyendo a su hijo un fracaso.
- Después de pasar por eventuales empleos como profesor sustituto, en 1902 desalentado se muda a Berna Suiza donde se valió de su amistad con su antiguo compañero Marcel Grossmann y por la mediación del padre de éste, ingresa como inspector de solicitudes de tercera clase en la Oficina de Patentes suiza en Berna, donde se revisaban las solicitudes para patentar invenciones ante el gobierno suizo, aunque poco se sabe de las patentes aprobadas o rechazadas por Einstein. Fue en los monótonos ambientes de la Oficina de Patentes, fuera de los círculos de la alcurnia científica, donde el joven Albert, luego de deshacerse de sus rutinas laborales con rapidez se daba el tiempo de perfeccionar sus ideas sobre la física de la luz, trabajando en ello a escondidas de sus jefes, aprovechando tal vez alguna información que pasaba por sus manos, ese espacio lo alentó a desarrollarse como físico y especular sobre el universo, quizás las argucias del destino favorecieron que llegase a este ambiente en vez de alguna cátedra a la sombra de otros y absorbido en labores académicas administrativas, desde esa oficina nacería una revolución histórica, y alguna vez la recordaría con nostalgia como “el lugar donde se incubaron sus mas bellas ideas”; para entonces su vida social entre un cercano entorno también era activa en tertulias nocturnas en casa, donde se reunían sus amistades para abordar temas de física, filosofía y literatura, ellos le daba oportunidad de someter sus hipótesis al juicio valioso de sus selectas amistades, y a la temprana edad de 26 años, luego de febriles jornadas de cavilación intelectual, el momento estaba maduro para atreverse a estremecer al mundo con su telúrica teoría.