sábado, 3 de octubre de 2009
ALBERT EINSTEIN (VIII): LA NEUROLOGIA DE EINSTEIN
- El 18 de Abril de 1955, en Princeton, Albert Einstein dejaba este mundo por donde cabalgó rutilantemente derribando preceptos caducos y abriendo las puertas del conocimiento más trascendental y visionario, los destellos de la antorcha que iluminó las sendas mas abstrusas en nuestra búsqueda de explicaciones sobre el universo, se apagarían para transfigurarse en una estrella imponente sobre el cielo de la ciencia humana, el reloj biológico no hacía excepciones relativas, pero la admiración del vulgo por su obra reclamaría sus últimos fetiches con fines de estudio; es que, la inteligencia humana que ha sido, es y será un tema cardinal para el disertar de ciencias como la filosofía, psicología y la fisiología, entregó en el iluminado nacido en Ulm, uno de sus mas sofisticados acabados para la especie, cuyos estruendos directores se sienten hasta hoy, y sería finalmente motivo de un largo debate esta vez en el terreno de la anatomo patología.
- Albert Einstein había dejado instrucciones para incinerar su cuerpo al fallecer, pero se preservó el cerebro para fines de estudio, no se sabe si alguien lo autorizó explícitamente, entonces había quien deseaba satisfacer la curiosidad por conocer las bases anatómicas de esa genial inteligencia; luego la historia del destino del cerebro, no estaría exenta de una turbia trama novelesca. Inicialmente debía realizar la necropsia, el Dr. Harry Zimmermann, neuroanatomista amigo de Einstein, pero al serle imposible acudir de New York al hospital de Princeton en ese momento, llamó a su ex alumno el Patólogo Dr. Thomas S. Harvey para cederle tal distinción – tampoco se sabe que acordaron Harvey y Zimmermann – así el presto T. Harvey además de cumplir el encargo, extrajo el cerebro y se lo conservó procesándolo, pero cuando tiempo después se descubrió su maniobra, Zimmermann reclamó públicamente el cerebro para estudiarlo, a lo que Harvey respondió ante la prensa prometiendo encargarse del estudio y su publicación, a su vez el hijo de Einstein, Hans Albert, adujo que desconocía de esa extracción y que no lo había autorizado la familia; el hospital de Princeton prohibió la salida del cerebro de su centro y a raíz del conflicto legal y cobertura periodística resultantes, Harvey fue despedido, pero se llevó el cerebro y no volvió a ejercer como patólogo ni como médico; durante años no se supo de él ni del cerebro y el tema se diluyó casi como una leyenda popular hasta que en 1978, Steven Levi, un periodista de una revista regional de Princeton “New Jersey Monthly”, localizó a Harvey en Kansas quien mantenía gran parte del cerebro que se llevó sin permiso, seccionado en 240 láminas, excepto el cerebelo y algunas partes del córtex, y guardaba algunas muestras de tejido.
- En 1985, Harvey y Marian Diamond, de la Universidad de Berkeley de California, publicaron en “Experimental Neurology” un estudio – el cual de paso cuya metodología y resultados fueron entonces muy discutidos – sometiéndolo a comparación con cierto número de cerebros sin cambios patológicos, se estudió la proporción entre neuronas y células gliales (las células de sostén y nutrientes de las neuronas) en dos regiones del cerebro, y en una de esas regiones el lóbulo parietal izquierdo, la llamada área 39 contenía un número relativamente menor de neuronas que el grupo de comparación, pero a su vez porcentualmente un mayor número de células de la glía cerebral por neuronas, el número de celulas gliales era de calidad superior en esas áreas del hemisferio izquierdo encargadas de la habilidades matemáticas; se interpretaron los datos en el sentido de que el número mayor de células gliales por cada neurona, sugería
un cerebro más consumidor de energía, lo que explicaría su capacidad cognitiva, con una mayor capacidad de procesamiento, pero se hizo la observación por el hecho de no tomar en cuenta la diferencia de edad entre el grupo control, de 64 años de edad en promedio y el de Einstein de 76 años de edad al fallecer y no se podía determinar si esa gliosis (el incremento de células gliales) era un rasgo típico senil o fueron reactivos a los propios fenómenos de apoptosis (muerte neuronal programada durante la vida), o a procesos generales de reducción de intercambio iónico y metabólico entre la circulación sanguínea y el parénquima cerebral, entonces el publicitado aumento relativo de la glía del área 39 no necesariamente demostraba una característica peculiar sino pudo adquirirse en el curso de un proceso natural.
- En 1996 se publicó otro artículo en la revista “Neuroscience Letters”; se afirmaba que el cerebro pesaba 1.230 gramos, algo menos que el promedio de los varones adultos, luego el análisis se centró en una región del lóbulo frontal, y el resultado fue algo contradictorio al primer estudio, se observó en esta región una mayor densidad neuronal en comparación a otros cinco cerebros, aunque la corteza cerebral era más delgada y fina; se intentó explicar la singularidad a través de este aparente incremento de neuronas, si bien de nuevo el promedio de edad del grupo control (68 años) era inferior; aparentemente la mayor densidad neuronal en una corteza más delgada acortarían los tiempos de procesamiento e intercambio de información, favoreciendo una mayor eficiencia operativa, pero también se ha observado algo similar referente a densidad neuronal en muestras de cerebros de pacientes esquizofrénicos, así como de aquellos con deficiencia mental y entonces no necesariamente encajaba con un incremento de la capacidad cognitiva; también cabe la especulación de que una densidad neuronal aumentada podría deberse a una reducción en el número o complejidad de los procesos celulares y no siempre a un acortamiento de procesos, y así el aumento de la densidad neuronal sería producto de una pérdida de elementos de conectividad celular, al no existir espacios vacíos en el cerebro, entonces quedaba la incertidumbre saber a expensas de qué otra estructura se produciría la reducción del grosor de la corteza cerebral de Einstein y el aumento de la densidad neuronal, si fue del espacio extracelular dificultaría los procesos de movilidad iónica/molecular, tal vez a expensas de los procesos astrogiales reportados inversamente en el primer estudio.
- Mientras durante esos años, T. Harvey viajó por el país a la deriva laboral y buscando quién podría estar interesado en su posesión, incluso en un congreso de Neurociencias, un grupo de prestigiosos científicos le exigieron que les entregara el cerebro, pero él desconfiado, se negaba.
- En 1999 “The Lancet” publica las conclusiones de un más completo y riguroso estudio, la investigación estuvo dirigida por la Neuróloga Sandra Witelson, del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del Comportamiento de la Universidad McMaster en Ontario (Canadá), ella había captado antes la atención de la comunidad científica al investigar las diferencias anatómicas que existen entre los cerebros de hombres y mujeres y entre los de heterosexuales y homosexuales y recibió en 1996, la invitación de Thomas Harvey para investigar el cerebro de Einstein, valiéndose de fragmentos del cerebro y las fotografías de Harvey de antes de trozar el cerebro, para la comparación macroscópica con un pequeño grupo de cerebros como referentes.
- Reportó haber observado una parte del cerebro más grande y ancho que lo normal, y constatar otras características peculiares que explicarían su privilegiada mente, concluyendo que el cerebro de Einstein era único en cuanto a la morfología de sus lóbulos parietales, el cerebro de la mayoría de las personas muestra unos lóbulos parietales (izquierdo y derecho) asimétricos, mientras que el cerebro de Einstein era simétrico, y presentaba una expansión de ambos lóbulos en sus regiones inferiores, especialmente del izquierdo; el lóbulo parietal inferior, que está relacionado funcionalmente con el conocimiento visuoespacial y el razonamiento matemático y abstracto en la topografía cerebral, era 15% más ancho de lo normal, debido al desarrollo extensivo de esa estructura en ambos lados, su cerebro era un 15 por ciento más ancho que el de los cerebros control.
- El valle silviano, surco que normalmente corre de la parte delantera del cerebro hasta la trasera no abarcaba toda la extensión y era de menor recorrido, permitiendo tal vez mayor conectividad intrahemisférica y una mayor concentración de neuronas en esa área que establecían sus conexiones entre sí de manera más sencilla creando un córtex altamente integrado y expansivo, este tipo de forma se consideraba muy atípica, lo cual sugiere que el efecto combinado de las diferencias observadas podría dar como resultado mejores conexiones entre las células nerviosas involucradas en las habilidades matemáticas; los investigadores pensaron el detalle podría ser la ausencia parcial del surco, ya que habría permitido a las neuronas de esa zona establecer conexiones entre ellas y trabajar juntas con más facilidad.
- Aún con todas estas observaciones, es unánime la opinión entre la mayoría de observadores, incluyendo entre los participantes del estudio de “The Lancet” – quienes sustentándose además en la ventaja de contar con un buen banco de cerebros de la Universidad de McMaster –, que basándose en la observación de la morfología externa, no es posible determinar el secreto de una peculiar capacidad funcional ni relacionarlos con su genialidad, es más, otros afirman que la morfología del cerebro de Einstein podría no haber sido única, y que otras personas podrían contar con un sustrato parecido sin haber tenido nunca la oportunidad de usarlo en condiciones socio culturales adversas o no estimulantes y ser susceptibles a taras patológicas en diversas etapas tempranas, hasta la estructura del cerebro no debería ser vista como un marcador de inteligencia de forma aislada, la expresión completa de una aptitud especial individual depende además de múltiples factores genéticos y medioambientales.
- Como anécdota final, el emblemático y trajinado cerebro recorrió Estados Unidos en una última travesía desde la Costa Este hasta California la maletera de un auto, conducido por un periodista, Michael Paterniti, quien acompañó a T. S. Harvey en su intento de entregárselo personalmente a Evelyn, nieta de Einstein, y de esas aventuras publicó un relato titulado “Driving Mr. Albert. A Trip Across América With Einstein's Brain” contando las peripecias de ese extraño viaje, y la peculiar personalidad de su acompañante. Finalmente el cerebro fue devuelto al hospital de Princeton.