sábado, 3 de octubre de 2009

ALBERT EINSTEIN (VII): LA BUSQUEDA DE DIOS


- La búsqueda de nuestro porque y el como, supone un esfuerzo titánico de especulaciones labradas desde generaciones precedentes perdidas en el tiempo y que continuarán mientras nos anime el espíritu científico; ella ha involucrado desde charlatanes, místicos, teólogos hasta filósofos, trascendiendo los márgenes de un único campo del conocimiento humano, y en algo recuerda a la analogía del grupo de ciegos examinando a un elefante único describiendo diferentes partes del mismo. La inquietud de descubridor innato e incansable, llevó a Albert Einstein hasta sus últimos días a perseguir demostrar la existencia de un direccionador del universo, a buscar la fórmula matemática que resumiese en una elegante ecuación todas las leyes de la física, la existencia del universo y la vida en una “Teoría del todo” ó “Teoría de campo unificada”, buscaba descifrar el jeroglífico de Dios mediante la majestad y belleza de las matemáticas. En ese camino estuvo inmerso en sus últimos 20 años de vida, en una epopeya intelectual quijotesca, marginal de aquella física que tan magistralmente potenció en los albores del siglo XX como la mecánica cuántica y la mecánica estadística; hasta sus horas finales intentó integrar en una sola concepción a las fuerzas fundamentales de la naturaleza – las “fuerzas de campo” – con esa temeridad de la que alguna vez hizo alarde en la construcción de su sinfonía relativista, y bajo la luz del pensamiento filosófico panteísta de Spinoza que lo influenciaba, Einstein propuso una religiosidad cósmica sobre la existencia de una regente inteligencia superior que explicaría la grandeza ordenada, armónica y sublime belleza del universo; para él, tan afortunada casualidad culminante en condiciones antrópicas amables tenía que deberse a un orden impuesto.
- Existía en Albert Einstein, la firme creencia en una explicación divina a la previsibilidad cíclica de los fenómenos naturales, para su renovada visión, detrás de cada órbita planetaria, cada cuerpo estelar, galaxia, átomo, cada elemento, existía una INTELIGENCIA motriz suprema responsable de su cinética e interacciones, más aún dirigiendo la propia vida, un ente llamado metafóricamente Dios, un creador en un plano de divinidad explicado por la ciencia, no en la tradicional visión teológica doctrinaria de la religión, sino como razón y causa de las cosas. Einstein quien nunca profesó alguna doctrina religiosa en el sentido de culto formal, tenía un sentimiento profundo en la existencia de Dios, afirmando que sus teorías partían de la existencia de ese ser supremo que creó todo, así lo dejaba implícito: ”Cuanto más estudio la ciencia más creo en Dios”… “lo más incomprensible del universo es que él es comprensible”
“Dios es sutil, pero no malicioso” decía entre sus tantas célebres citas, aunque para sus propios discípulos ello no alcanzaba para calificarlo como teísta y algunos seguidores como Steven Weinberg y Peter Atkins tenían posiciones marcadamente ateas. El reverendo y físico John Polkinghorne afirma en el mismo sentido: ”cuando uno se da cuenta de que las leyes de la naturaleza tienen que estar coordinadas con máxima precisión para que den como resultado el universo visible, es difícil resistirse a la idea de que el universo no es casual, sino que tiene que haber un propósito en él”.
- Es célebre su frase que resume su posición, ante el matemático ganador del Nobel de física de 1954 Max Born expresó: "Ud. cree en un Dios que juega a los dados y yo en leyes y un orden absoluto. No consigo concebir un Dios que premie y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad semejante a la que experimentamos en nosotros", en un claro desafío a la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre de Heisenberg, los que sostienen los niveles más fundamentales de la materia de partículas y su tendencia impredecible, aunque exasperara al propio Bohr con su afición a los aforismos.
- Negaba la percepción sobre un supuesto ateísmo explícito suyo basado en la deducción a la vista de sus teorías científicas, según él quien lo viese así, no lo había entendido y lo malinterpretaba en su actitud ante la religión y jamás estuvo suscrito a una concepción atea, para algunos amigos Einstein era un creyente en Dios, no en el sentido más convencional, no era un judío practicante al igual que sus padres, pero sí tenía nítidamente clara las normas absolutas del bien y del mal, sus opiniones en cuanto a política se podría afirmar que estaban hechas sobre una base científica. Reconoció su apego en la infancia a la religiosidad convencional como consecuencia de la influencia del sistema educativo tradicional, hasta su encuentro con los libros de divulgación científica y un desengaño lógico para una mente tan acuciosa que en adelante empezó a liberar su pensamiento y abrazar el cuestionamiento de la autoridad y el escepticismo como actitud, su pensamiento sobre la religión posterior fue más complejo de lo habitual e invitaba a ser interpretado erróneamente tanto como un agente encubierto del ateísmo con su Teoría de la Relatividad ó como un creyente, pero que aclaración más elocuente que su frase: “Creo en el Dios de Spinoza, que se nos revela en la armonía que rige a todos los seres del mundo, no en el Dios que se implica en los destinos y acciones de los hombres”.
- La búsqueda de Einstein después de su teoría de la relatividad generalizada, consistió en una serie muchos intentos de generalizar su teoría de gravitación para lograr unificar y resumir las leyes fundamentales de la física, específicamente la gravitación y el electromagnetismo. Cuando terminó su nueva teoría y la publicó en New York, al poco tiempo debió retroceder, su obsesión lo estaba llevando al ridículo frente a sus colegas en especial los seguidores de la mecánica cuántica, la cual sostiene la imprevisibilidad de los movimientos de las partículas subatómicas, según los cuánticos teóricos todo lo que existe en la actualidad es por la existencia de la casualidad, todo se resume en un lance de juego de dados, la ley de las probabilidades, ante ello el gran genio, seguidor de Spinoza y Shopenhauer, no creía en el azar y en ese momento pronunció la frase que pasaría a la Historia: “DIOS NO JUEGA A LOS DADOS”, pero acabó siendo humillado públicamente por los científicos de la mecánica cuántica, siendo tildado como desactualizado y enemigo de la teoría que fuera de su propia creación, probablemente Einstein no tenía para entonces sólidas nociones de las fuerzas nucleares fuerte y débiles que recién en la década del 70 se entendieron bien por experimentos a muy altas energías; abstraído en su afán unificador ignoró algunos importantes pasos en la física del momento y sus colegas seguidores se dividieron, alejándose y distanciándose de aquel al que antes llamaban Profesor. Él nunca podría aceptar la mecánica cuántica con su principio de indeterminancia como lo formuló Werner Heisenberg y reelaboró Niels Bohr.
- El 18 de Abril de 1955, a los 76 años de edad, el padre de la Relatividad facturó su plazo de vida sin hallar la respuesta, aquel reto con algunos elementos de pensamiento filosófico combinando la gravedad con las otras fuerzas quedó pendiente en su persecución personal. El tiempo o la inteligencia no le alcanzaron – o sobretodo por causa de su no apertura hacia el caos cuántico –, tal vez intentó armar un rompecabezas renunciando a dos piezas capitales halladas entre las fuerzas nucleares y pocos físicos se aventuraron por su senda después; aunque los pensamientos tardíos de Einstein fueron abandonados por décadas, la inquietud de algunos heterodoxos después resurgieron ese sueño de una gran unificación de la teoría física a través de intentos más reciente como la “Teoría de las Cuerdas” y "Teorías de supersimetría", la primera de las cuales postula que el Universo está compuesto de Cuerdas Vibrantes, la cual rige todas las leyes del Universo. Sus herederos demuestran que aún sobrevive su ímpetu de alcanzar demostrar la gran teoría de la unificación que acrisole las leyes capitales de la física, tal vez algún día su comprobación lo convierta en el ancestro reverencial de la siguiente gran y definitiva revolución en el mundo de la física, el tiempo lo dirá.
- Hasta donde hemos visto en el mundo con todos sus fenómenos, los hechos demuestran que la naturaleza tiene un orden y una lógica evidente y compete a los hombres poder descifrar esos acertijos desde sus intrincadas abstrusiones para terminar de exponerla en toda su magnificencia y grandeza enmarcada en la belleza de una ecuación o ley, como lo hicieron los Newton y los Maxwell. Tal vez el secreto mayor de la existencia física del todo aún esté lejos de ser alcanzado y desenvuelto como un papiro, pero la audacia de los sacrílegos como Einstein siempre deberá mantenerse viva para finalmente llegar a conocer algún día nuestra razón y propósito esencial y convertirla en la definitiva religiosidad cósmica. Dejando esa tarea pendiente se fue el romántico y solitario quijote de la ciencia que nos demostró que armado de lápiz, papel y talento, se puede cambiar al mundo; que superando la adversidad de vivir en medio de la ignominia, el abuso y la carencia creó una obra calificada como uno de los más grandes logros del intelecto humano de todos los tiempo, su nombre es un símbolo para la humanidad entera y hasta soy su historia nos sigue fascinando e inspirando hasta la cautivación.